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Homilias para Villamediana

¡Apresurarse que Dios se acerca a nosotros!

¡Apresurarse que Dios se acerca a nosotros!

Comienza para todos un tiempo de ajetreo comercial, de idas y venidas, de preparativos para la Navidad. Y para los creyentes debiera ser también especialmente movido porque tenemos que preparar el corazón, los deseos, las actitudes para un encuentro con Dios, que está más cerca de lo que pensamos.

Todas las lecturas bíblicas de la misa de este primero de los cuatro domingos de adviento nos invitan a ponernos en esa tensión, saliendo de nuestro letargo habitual.

La primera, tomada de los oráculos del profeta Isaías, es un apremio a dejar las comodidades del valle para subir a las alturas, y a no enzarzarnos en discusiones y guerras para trabajar por la paz, caminando a la luz y libertad de Dios, en vez de a la sombra oscura de los poderosos de la tierra.

La segunda lectura nos transmite la fuerza de un creyente auténtico como fue San Pablo, que inspirado por Dios, escribe a los primeros cristianos algo que parece dicho para nosotros hoy: Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujurias ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo, y que el cuidado de vuestro cuerpo no fomente los malos deseos.

Y el evangelista San Mateo, cuyo evangelio iremos leyendo a lo largo de este nuevo año litúrgico, nos transmite unas inquietantes palabras que nos debieran remover: Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre.

En la fiesta de Cristo, el Rey que perdona

En la fiesta de Cristo, el Rey que perdona

Con la solemnidad de Cristo Rey termina el año litúrgico en el que hemos ido leyendo en la misa textos selectos del evangelio de San Lucas. Culmina también al Año de la Misericordia, con el que hemos podido cambiar nuestro oscuro mundo a base de perdón y de amor.

Al leer hoy el impresionante y trágico relato de la crucifixión de Cristo comprendemos que su reinado no es triunfalista, sino sufriente, y lo acogen no los soberbios, sino los humildes creyentes. Eso mismo lo hace cercano al ser humano, que fracasa y sufre más de lo que quisiera.

Impresiona especialmente el dialogo entre Cristo y el ladrón, que reconociendo su culpa obtiene la promesa de una salvación inmediata. Y es que en el Reino de Cristo no sólo hay justicia para los inocentes, sino también para los culpables arrepentidos, porque” nuestro Dios es rico en misericordia”. 

Ir tras los valores duraderos

Ir tras los valores duraderos

Se acaba el año litúrgico y el año de la Misericordia. En la misa se nos leen pasajes bíblicos que nos ayudan a entender el mundo y a distinguir las apariencias, que perecerán, de los valores que perduran. Y se nos anima a cultivar lo duradero sin entretenernos en lo aparente.

La primera lectura, tomada del Profeta Malaquías, contiene palabras fuertes que amenazan con fuego y destrucción a los malvados, cuyo triunfo no puede durar porque se basa en apariencias y no en valores que duran.

Y, en el Evangelio, Jesucristo anuncia que todo lo material se acabará, incluso los templos, construidos por mano de hombres. “Con vuestra perseverancia –advierte, situando al espíritu por encima de la materia- salvaréis vuestras almas”. Pero, afirma también que lo duradero, lo que procede del espíritu y no de la materia, cuesta y no está ni estará de moda. Que vivimos en un mundo de apariencias que persigue al que va más allá de lo superficial y promueve la verdad, el bien y la justicia, que son valores permanentes del espíritu.

Pero el ocuparse de lo duradero –advierte San Pablo en su carta a los tesalonicenses- no significa estar mano sobre mano. Porque se necesita ganarse el pan para promover, a la vez, valores como la cultura, la fe o la justicia.

Creyentes en la vida que perdura

Creyentes en la vida que perdura

A lo largo de este año estamos leyendo en la misa del domingo el evangelio de San Lucas. Al final  del capítulo veinte, escuchamos hoy que Jesucristo se enfrenta a los saduceos, que tenían un planteamiento materialista semejantes al de los nuevos paganos, que abundan en nuestra sociedad. Un planteamiento cerrado a todo lo que va más allá de lo que se puede vender y comprar, cortar y medir, que, por ser espiritual y no simplemente físico o animal, resulta oscuro y problemático para creyentes y para incrédulos. Y Jesucristo, rompiendo esquemas raquíticos, remite a esa realidad espiritual que es inmortal y que tiene su origen en un Creador absoluto y no en criaturas limitadas y caducas.

Ejemplo de creyentes en esa realidad espiritual son los valientes hermanos de los que nos habla la primera lectura. La fe los hace fuertes y libres. Sus incrédulos gobernantes no los pueden someter, porque son más fuertes y más libres que ellos.

Un corazón compasivo

Un corazón compasivo

Un samaritano que iba de viaje llegó a donde estaba el herido y, al verlo, se compadeció, y acercándose, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.

De nada sirve un corazón fuerte si no es un corazón compasivo. La provocativa  parábola del Buen Samaritano invita a plantearse con seriedad y eficacia el amor al prójimo, que no se puede imponer por ley, pues  primero hay que acercarse voluntariamente, “haciéndose prójimo”, para poder tener imaginación y ganas de sacarlo de su postración.

Hoy se necesita este tipo de corazones compasivos: son los más felices y los que  hacen más felices a los demás. 

“La mies es abundante y los obreros pocos”

“La mies es abundante y los obreros pocos”

            Jesús, para llevar su evangelio de salvación al mundo entero, necesita colaboradores. Los encontró en los doce Apóstoles, los encontró en “los setenta y dos”, que envió por delante “de dos en dos, a todos los pueblos y lugares donde pensaba ir él”, los debiera encontrar en nosotros.

            ¿Estamos dispuestos a colaborar, o preferimos sestear y perder el tiempo?

            ¡Qué buena ocasión el verano para difundir, con la sonrisa, el afán de servicio, la palabra amable y la generosidad, la buena nueva del evangelio ¡El mundo lo necesita! ¡Feliz verano evangelizador!

“Al que poco se le perdona, poco ama”

“Al que poco se le perdona, poco ama”

            Escuchar a Cristo hablar, este domingo en el evangelio de la misa, del amor de la pecadora que obtiene infaliblemente el perdón divino, es una invitación a pedir a Dios que derrame ese amor en nosotros para que obtengamos también el perdón y misericordia que necesitamos.

            Pero no olvidemos que “la acogida de su misericordia exige de nosotros la confesión de nuestras faltas. Si decimos: “no tenemos pecado”, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1, 8-9)” (Catecismo de la Iglesia nº 1847).

            El Año Santo de la Misericordia, debiera ser, pues,  para nosotros un año de reconciliación con Dios, con la Iglesia y con nosotros mismos. Sin duda, lo  necesitamos para ser felices y llevar alegría al mundo triste de hoy.

Domingo de Pentecostés

Domingo de Pentecostés

El Espíritu Santo es Dios y trae al corazón del hombre la santidad de Dios. El Espíritu Santo libera del pecado y promueve con sus dones el bien y la virtud. El Espíritu Santo trae a la Iglesia el poder perdonar los pecados, poder que Cristo confiere a los Apóstoles, a sus sucesores los Obispos, y a los Sacerdotes.

El tiempo litúrgico de Pascua, que hoy finaliza, ha sido una constante invitación a buscar al Resucitado en el sacramento del perdón y en el de la Eucaristía. Ojala que también en el tiempo ordinario, que mañana se retoma, sigamos apreciando este maravilloso regalo del perdón que tanta paz trae, que tanto humaniza, que tanto podría hacer cambiar al mundo.

El Resucitado en la orilla

El Resucitado en la orilla

“Estaba ya amaneciendo en el lago de Tiberiades, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús”.

Emociona, en estos domingos de Pascua, escuchar el relato de las apariciones del Resucitado y sobre todo ésta, que tiene lugar en el lago de Tiberiades. Todo creyente puede sentir esa misteriosa y consoladora presencia  si mira con ojos limpios, como el Discípulo Amado, o con corazón arrepentido como Pedro, sin dejarse ofuscar por los trajines y dificultades de la vida.

Ojala que la Pascua de este Año de la Misericordia purifique esa mirada y ese corazón nuestro con el arrepentimiento de la penitencia sacramental y lo fortalezca con el alimento de la comunión eucarística. Se lo pedimos a la Virgen, que vivió, sin duda, la Pascua con gozo singular y  amor desbordante.

(Foto de mi peregrinación a Tierra Santa, surcando las aguas del lago de Tiberiades o "Lago de Jesús")

Dios nos espera para darnos un abrazo paterno de paz y reconciliación

Dios nos espera para darnos un abrazo paterno de paz y reconciliación

El hijo pródigo “se puso en camino adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo”.

Ojalá que también nosotros estemos dispuestos a regresar a los brazos paternos de Dios, arrepentidos de nuestra huída de Él, de nuestro olvido de sus mandamientos y de nuestra vida alejada del hogar de su Iglesia.

Y, en estos días ya cerca de la Pascua, vivamos con más intensidad la comunión entre nosotros, regresando al hogar donde fuimos engendrados, donde crecimos y fuimos felices, para arrojarnos en los brazos paternos del Dios, arropados por el cariño y la fe de nuestros hermanos.

¡Mar adentro, en un mundo que necesita de los creyentes!

¡Mar adentro, en un mundo que necesita de los creyentes!

En este domingo escucharemos en la Misa que los Apóstoles se admiraron del mandato de Cristo, de adentrarse en el mar y no acomodarse en la orilla, que les obtuvo la mayor pesca de toda su vida. Pero aún se asombraron más cuando Cristo le dice a Pedro: “Desde ahora, serás pescador de hombres”.

Entendieron así que el mundo los necesitaba en las profundidades de sus problemas, no en la orilla de sus comodidades. Que los hombres necesitan el pan material, pero necesitan también lo que nos recuerda el Papa para el Año de la misericordia: “En nuestras parroquias, en las comunidades, en las asociaciones y movimientos, en fin, dondequiera que haya cristianos, cualquiera debería poder encontrar un oasis de misericordia” (Misericordiae vultus, nº 12). ¡No tengamos miedo, Dios nos acompaña!

Valentía

Valentía

Heridos por la verdad, predicada por Cristo, sus paisanos de Nazaret  "se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo”. Tremenda situación, que Cristo afronta con valentía: “Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba”.

El miedo es un sentimiento muy humano. El creyente lo supera, unido a Cristo, fortalecido por sus sacramentos y estimulado por su ejemplo y así se “hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones, hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa” (Catecismo de la Iglesia, nº 1808). Si los santos pudieron ¿por qué nosotros no?

Alegrar el corazón

Alegrar el corazón

El pueblo de Israel experimentó, en el largo destierro que padeció lejos de Jerusalén y del templo de Dios, la tristeza de estar lejos del Creador. Por eso, al volver del destierro, celebra gran fiesta al escuchar de nuevo los mandatos de Dios que alegraron los corazones entristecidos del  Pueblo.

¿No estaremos ahora sintiendo la misma tristeza por el olvido y el rechazo de Dios, que se da en nuestra sociedad? ¡Volvamos a Dios, en este Año de la Misericordia! Escuchemos su Palabra en la festiva celebración de la misa dominical y se alegrará nuestro corazón y mejoraremos como personas y mejorarán las familias y nuestro mundo.

La foto es de mi iglesia parroquial de Villamediana ¿A que se ve preciosa?

Dios está pendiente de nosotros

Dios está pendiente de nosotros

En Cana de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en Él”.

Y, desde Cana, hasta hoy, sigue pendiente de nuestras necesidades. Pero somos nosotros los que nos olvidamos de invitarlo. Tal vez, si hacemos caso a la Virgen: “Haced lo que Él os diga”, notaremos la cercanía de Dios y perderemos el miedo a hacerlo presente en nuestra vida, en nuestra familia y en la sociedad ¡El futuro es de los audaces

El domingo próximo, fiesta del Bautismo del Señor

El domingo próximo, fiesta del Bautismo del Señor

En el bautismo de los niños, el sacerdote les dice a sus padres y padrinos: Este niño, nacido de nuevo por el bautismo, se llama y es hijo de Dios. Un día recibirá por la confirmación la plenitud del Espíritu Santo, se acercará al Altar del Señor, participará en la mesa de su sacrificio y lo invocará como Padre en medio de su Iglesia. 

En el próximo domingo, fiesta del Bautismo del Señor, y más siendo el Año de la Misericordia, sería bueno que renováramos nuestro bautismo y recordáramos, eso que se nos dijo de niños. Y que agradeciéramos el derecho a participar en la mesa de la comunión que Dios prepara para nosotros, acercándonos a ella con fe de niños y con deseos y misericordia de adultos.

Afrontar el futuro con optimismo

Afrontar el futuro con optimismo

El evangelio de mañana domingo dice con tristeza que la Palabra divina, que hizo el mundo, no fue conocida por el mundo y que “vino a su casa y los suyos no la recibieron”. Pero, añade a continuación: “A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre”. Por eso, los creyentes podemos enfrentarnos al futuro con optimismo.

El año que estamos estrenando nos ofrece una nueva oportunidad para actuar como tales: con rectitud, con justicia, sin temor, con alegría y con misericordia. Y eso, siendo prudentes y restrictivos en los gastos y en las diversiones, porque la verdadera felicidad consiste en dar, comprender, ayudar y saber perdonar, más que en gastar.

¿Se notará nuestra condición de Hijos de Dios en nuestros comentarios positivos, en nuestra honradez a toda prueba, en nuestra solidaridad con quienes lo están pasando mal? ¡Cambiarían muchas cosas a nuestro alrededor si de verdad nos tomamos en serio nuestra condición de hijos del mejor de los Padres!

 

Se acerca la Navidad: ¡Que sea santa y provechosa!

Se acerca la Navidad: ¡Que sea santa y provechosa!

Los personajes que rodean a Cristo en su nacimiento, y a lo largo de su vida, no dejan de asombrarnos por su intrepidez, su categoría humana y su nivel de santidad.

Isabel es uno de ellos, admirable porque ve más allá de las simples apariencias y mira y lee con la visión de Dios, escudriñada en la Escritura y asimilada y guardada en su corazón. La actitud más adecuada para vivir santa y provechosamente la Navidad.

Ojala que, como Isabel, también nosotros percibamos con agudeza de fe, al que viene a nosotros en brazos de María y no desprecia nuestra pequeñez, y podamos decirle llenos de asombro: ¿Quién soy yo para que venga a visitarme el mismísimo Dios?

Amigos: ¡Feliz Navidad!

Recomendación para el segundo domingo de Adviento

Recomendación para el segundo domingo de Adviento

La ascética figura del Bautista asombró al pueblo de Israel, que hacía tiempo que no veía salir de él un profeta. Ojala que no pase hoy como entonces, que fueron pocos los que escucharon sus fuertes denuncias y recio mensaje, y pueda cumplirse su anuncio: “Toda carne verá la salvación de Dios”.

No olvidemos, para ello, preparar los caminos del corazón, allanar los barrancos de los vicios y abajar las montañas de la soberbia. Así podrá alcanzarnos la salvación, que ya está entre nosotros desde la primera Navidad

¿Estamos dispuestos? ¡Pongámosle ganas!

Para considerar en el Aviento

Para considerar en el Aviento

“Se acerca vuestra liberación”

El Señor anuncia en el Evangelio el final de todo cuanto ahora nos atrae, nos embriaga y nos seduce, advirtiéndonos: “Tened cuidado: no se os embote el mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero, y se os eche encima de repente aquel día”.

¡Cómo debiéramos agradecer esta advertencia! Porque nuestra liberación no está en el vicio, sino en frutos de la santidad. “Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontraremos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal. Dios será entonces todo en todos, en la vida eterna” (Catecismo, nº 1050).

Merece la pena que la Navidad, por su alegría y sencillez, sea el anticipo de la felicidad eterna que esperamos ¡A prepararla bien durante este Adviento!

 

La gran suerte de pertenecer a la parroquia de Santa María de la Asunción

La gran suerte de pertenecer a la parroquia de Santa María de la Asunción

Si queremos estar felices con María, escuchemos como ella la Palabra de Dios. Tenemos la suerte de contar con esta querida Parroquia de la Asunción, que nos ofrece esa palabra divina con abundancia: en la predicación, en la catequesis. Escuchémosla con afecto y abramos a ella nuestro corazón ¡lo rejuvenecerá y lo preparará para el encuentro feliz con María, un día, en el cielo!

Y para contar con la Gracia divina, como María, recibamos con gratitud y bien preparados, también en la Parroquia, los sacramentos. Así cambiará nuestra vida y podremos cambiar el mundo. Con ayuda de María ¡se puede! Que así sea.