Felicidades, Hermano Sacerdote, Nicolás.
Tantas veces me llamaste Padre... ahora es un gusto poder llamarte: Hermano sacerdote...
Aunque, desde lejos, un abrazo fuerte y fraternal. Una oración compartida y muy agradecida. Y un gozo que no cabe en el corazón.
Me imagino el colorido de la fiesta de ordenación, la afectividad de los familiares y amigos y la alegría incontenible de ese pueblo que te vio nacer y el nuevo que te ha visto convertirte en Pastor de sus vidas.
Adelante, Padre Nicolás. Siempre adelante, como en los años felices de Sololá. Ahora ya no se trata de maderas, clavos y demás. Ahora son personas que se te encomiendan, para que las acompañes, las aprecies y las ayudes a encontrarse a sí mismas y a Dios, que las ama.
Cuenta siempre con mi amistad y estima.
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