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Teología personalista

CARTA APÓCRIFA DE LOS SABIOS DEL ÁNTIGUO TESTAMENTO A LOS GRUPOS BÍBLICOS DE LA RIOJA

CARTA APÓCRIFA DE LOS SABIOS DEL ÁNTIGUO TESTAMENTO  A LOS GRUPOS BÍBLICOS DE LA RIOJA

En la fiesta de San Jerónimo, patrono de los exegetas católicos y de los estudiosos de la Biblia, transcribo la carta que enviaremos desde la diócesis para que se lea al comenzar el nuevo curso en los grupos bíblicos parroquiales. Dice así:

Muy queridos participantes de los grupos bíblicos de La Rioja:

          Sabemos que, un año más, comienzan sus reuniones de estudio y oración con la Biblia, y, como lo harán con nuestros libros, les escribimos para animarlos en tan hermosa tarea.

Nosotros, llamados Sabios de Israel, junto con los Profetas, fuimos elegidos por Dios para hablar de su parte y responder a las preguntas críticas, a los procesos de cambio en el pueblo de Israel y para dar orientación y apoyo en el cumplimiento de la misión a que Dios lo destinaba. Hoy animamos a los cristianos de La Rioja a escuchar y meditar esta Sabiduría inspirada para afrontar los difíciles retos de la sociedad en que viven.

Tened en cuenta que los libros Sapienciales y los Salmos, como todo el Antiguo Testamento pero con su aportación original, orientan hacia Jesucristo y preparan su venida. No lo hacen anunciando directamente al Mesías, como sucede en los libros de los profetas, sino preparando el espíritu humano para recibirlo y comprenderlo.

Los sentimientos del hombre en las diversas situaciones de la vida, hechos oración ante Dios, los recogimos, inspirados por Él, en el libro de los salmos, que anticipan los anhelos y emociones que experimentó en grado supremos nuestro Señor Jesucristo que, con frecuencia, utilizó esos mismos salmos para expresar sus sentimientos. Además, los discípulos pudieron ver cumplidas en la vida de Jesús y especialmente en su muerte y resurrección las palabras escritas en ese libro.

Con el Cantar de los Cantares, interpretado ya en la época del Nuevo Testamento como canto de amor entre Dios y su pueblo, preparamos al lector para comprender la relación entre Cristo y la Iglesia como la que existe entre el esposo y la esposa.

En el libro de Job, presentamos en todo su dramatismo el problema del sufrimiento del inocente, dejándolo abierto a recibir una respuesta definitiva y realista en el Nuevo Testamento: la muerte y resurrección de Jesús.

En el libro del Eclesiastés pretendemos hacer reflexionar sobre la vanidad de todas las cosas terrenas y del esfuerzo humano, preparando al lector para percibir el valor de las realidades celestiales y la necesidad de la gracia divina para llenar de sentido las acciones y la vida humana.

En los libros de los Proverbios, Eclesiástico y Sabiduría, presentamos la Sabiduría divina personificada y actuando entre los hombres, para dar al lector la clave para la comprensión de Jesucristo como la Palabra hecha carne, expuesta en el Evangelio de San Juan. Porque es a la luz del Nuevo Testamento como se aprecia la verdadera aportación de nuestros libros Sapienciales en el proceso de la Revelación divina que culmina en Cristo.

Mucho ánimo, pues, en el estudio y oración con nuestros libros. Merece la pena un esfuerzo, que Dios premiará, sin duda, con un fuerte incremento de su santa Sabiduría en todos vosotros.

Atentamente en el Señor:

Los Sabios del Antiguo Testamento

Explicando le sinodalidad que quisiera para mi parroquia

Explicando le sinodalidad que quisiera para mi parroquia

Pensando en la sinodalidad, un sugerente poema de León Felipe en su "Antología rota": Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo.

Un texto que hoy me recuerdan en las redes quienes fueron mis alumnos hace años

Un texto que hoy me recuerdan en las redes quienes fueron mis alumnos hace años

LA VIDA SACERDOTAL A LA LUZ DE“PERSONA Y ACCIÓN” DE KAROL WOJTYLA. Ángel María Pascual Pascual

(Un texto que escribí el 2005 en vísperas de mi cumpleaños, 13 de mayo)

Reflexión sobre la vida sacerdotal, como realización personal en libertad
Voy a tratar de aplicar, con un poco de atrevimiento, a la vida sacerdotal, las consideraciones que Karol Wojtyla, Juan Pablo II, hizo en su libro “Persona y acción”. Espero te ayuden, hermano sacerdote, en tu vida ministerial, como ayudan a la mía. Pienso que te permitirán profundizar y asentar tu entrega sobre motivaciones sólidas, que te permitan vivir sin tensiones y feliz.
“Persona y Acción” -afirma el biógrafo de Juan Pablo II, George Weigel- constituye el intento de Karol Wojtyla de proporcionar una versión coherente, intelectualmente sofisticada y pública de la base filosófica de la doctrina del Vaticano II sobre la libertad y su relación con la verdad. Para Wojtyla, era fundamental demostrar filosóficamente que la búsqueda humana del significado se dirige hacia algo que es, objetivamente, bueno. El dinamismo interno de nuestra libertad nos impele, por tanto, a tomar en serio la cuestión de lo que es en realidad bueno, que coincide además con lo verdadero.
“Dedico mis rarísimos momento libes -escribía el propio autor al P. Henri de Lubac- a una labor muy cercana a mi corazón y que se centra en el sentido metafísico y el misterio de la persona. Me parece que el debate se está llevando a cabo hoy en día en ese nivel.
Con “Persona y Acción”, -sigue afirmando Weigel- Karol Wojtyla creó una filosofía plenamente desarrollada de la persona humana en la que entra en diálogo con los lectores. Pese a lo mucho que exige del lector, Persona y Acción es, de hecho, una invitación a una conversación.
La clave de este libro es analizar en detalle las cuestiones filosóficas que implica aunar la más antigua “filosofía del ser” aristotélico tomista con la “filosofía de la conciencia” que había analizado en la tesis sobre Scheler (esto es, entender la relación entre la verdad objetiva de las cosas tal como son y nuestra experiencia subjetiva o personal de esa verdad).
El libro se inicia con una larga y rica introducción en la que Wojtyla reflexiona sobre la naturaleza de la experiencia humana sobre cómo conocen los seres humanos el mundo y la verdad de las cosas. El autor trata entonces de mostrar cómo nuestro pensamiento sobre el mundo y sobre nosotros mismos nos ayuda a entendernos precisamente como personas. Mientras que es cierto que algunas cosas simplemente “me suceden”, tengo otras experiencias en las que sé que estoy tomando una decisión y actuando según ésta. En tales experiencias, llego a conocerme a mí mismo, no como un revoltijo de emociones y percepciones sensoriales, sino como una persona, un sujeto o, según la expresión clásica, la “causa eficiente” de mis acciones. Ciertas cosas no me “suceden” simplemente. Yo soy el sujeto, y no meramente el objeto, de las acciones. Yo hago que las cosas sucedan, porque tomo una decisión y luego actúo libremente de acuerdo con ella. Por tanto, yo soy alguien, no simplemente algo (Testigo de esperanza, 241-243).
Estas explicaciones de George Weigel sobre el libro Persona y Acción, creo yo que se pueden aplicar muy atinadamente a la acción personal que constituye al sacerdote en tal, mediante la ordenación. El “ser ordenado sacerdote” no es algo que “le sucede a uno” inevitablemente, sino algo que uno hace que suceda, porque requiere, para su validez, que uno tome la decisión de ordenarse. Y, después para que la persona se realice como sacerdote, se requiere que la actuación sacerdotal sea libre y no forzada, o realizada mecánicamente. Esta reflexión llevará al sacerdote a procurar actuar, no movido por lo que siente, sino por lo que es, porque solo de ese modo podrá llegar a ser plena y felizmente sacerdote, contribuyendo al mejoramiento del mundo y no a su derrumbe.
En la acción moral -sigue explicando Weigel, a propósito de Persona y Acción-, ese alguien empieza a experimentar su propia trascendencia. Nuestra condición de personas argumenta Karol Wojtyla, está constituido por el hecho de que tengamos libertad, que lleguemos a conocer a través de verdaderos “actos humanos”. Al elegir un acto (pagar una deuda que he contraído libremente) en lugar de otro (no saldar mi deuda), no estoy simplemente respondiendo a condiciones externas (el temor a la cárcel) o a presiones internas (la culpa). Estoy eligiendo libremente lo que es bueno en esa libre elección también estoy ciñéndome a lo que sé que es bueno y verdadero. Y en la libre elección de lo bueno y verdadero, nos sugiere Wojtyla, podemos discernir la trascendencia de la persona humana. Voy más allá de mi mismo, crezco como persona, al comprender mi libertad y ceñirla a lo bueno y verdadero. A través de mi libertad, estrecho el abismo entre la persona que soy y la persona que debo ser.
Aplicar esto a la vida sacerdotal, pienso ayuda a vivir más sacerdotalmente y meno sensualmente. Porque obliga a pensar, a revisar la actuación propia, para ver si lo que la mueve es el auténtico ser sacerdotal, que se realiza en la libre elección de lo bueno y verdadero, no en lo simplemente apetecible. Sería importante plantearse este interrogante a la hora de planificar el trabajo sacerdotal, el descanso sacerdotal, las amistades sacerdotales, las relaciones, etc.
La libertad, según una moderna interpretación -señala a continuación Weigel-, es la autonomía radical: soy un yo porque mi voluntad es el principal punto de referencia para mi elección. Wojtyla no está de acuerdo. El autodominio, y no la autoafirmación, es indicativo de una verdadera libertad humana, asegura. Y yo logro el autodominio no al reprimir o suprimir lo que en mí es natural, sino al canalizar cuidadosa y libremente esos instintos naturales de mente y cuerpo  en acciones que profundicen mi humanidad porque se ajustan a las cosas tal como son. En la acción moral, no en la psiqué o el cuerpo, hallamos el centro de la persona humana, el núcleo de nuestra humanidad, pues es en la acción moral que la mente, el espíritu y el cuerpo llegan a formar la unidad de una persona.
También en la vida sacerdotal el cuerpo y la psiqué son muchas veces guía de actuación, que justificamos como autoafirmación, como libertad. Plantearnos la moralidad del actuar, como se indica en Persona y Acción, lleva al autodominio del cuerpo, de la imaginación, del instinto, y permite actuar sacerdotalmente, en unión personal de mente, espíritu y cuerpo. Esto lleva a no descuidar el cultivo de la mente, pues si se descuidara, sería el instinto, el cuerpo, una parte de nosotros, lo que nos domina, impidiendo la realización de nuestra personalidad de sacerdotes. Por eso, para el presbítero cultivar la mente no es una cosa secundaria y accidental, sino primaria y vital. No se puede olvidar, además, que la fe incide sobre la mente, no sobre el instinto. Y si la mente está atrofiada, inmóvil, la fe infundida, no se desarrollará, ni podrá iluminar el actuar sacerdotal, perdiéndose así el sentido del ministerio.
Weigel añade a continuación que la persona vive en el mundo con muchas otras personas. El libro Persona y Acción concluye, por ello, con un análisis de la acción moral en conjunción con todos esos “otros” que constituyen el campo moral en que nuestra humanidad se comprende y se trasciende a sí misma, o crece. Aquí, la antropología filosófica raya en ética social: ¿Cómo deben las personas libres vivir juntas? Como cabría esperar, Wojtyla asume una postura que va más allá del individualismo y el colectivismo. El individualismo radical supone una visión inadecuada de la persona humana, porque solo crecemos en nuestra propia humanidad a través de la interacción con otros. El colectivismo no es realizable porque despoja a la persona de la libertad, y por tanto de su propia condición de persona. Una vez más, sugiere Wojtyla, la cuestión se plantea mejor en términos que consideren al individuo y el bien común simultáneamente. 
El sacerdote se encuentra a menudo con que esta dimensión de la persona le causa problemas, con los que no había contado al inicio de su vida ministerial. Necesita por ello reflexión, serenidad y soluciones. El libro Persona y Acción ofrece una preciosa orientación al respecto.
Comenta Weigel: Al desarrollar su teoría de la participación Wojtyla analiza cuatro “actitudes” ante la vida en sociedad. Dos son incapaces de alimentar una sociedad verdaderamente humana. El “conformismo” no es auténtico porque implica abandonar la libertad. “Otros” me controlan de tal manera que mi ser se pierde en el proceso. La “no participación” tampoco es auténtica, porque es solipsista. El desligarme de los “otros” da como resultado final la implosión de mi ser. La “oposición” (o lo que podría llamarse “resistencia”) puede suponer un enfoque auténtico de la vida en sociedad, si implica resistencia ante costumbres o leyes injustas con vistas a liberar la plena humanidad de otros. También está la “solidaridad”, la principal actitud auténtica hacia la sociedad, en la que la libertad individual se utiliza para servir al bien común, y la comunidad sostiene y soporta a los individuos a medida que se desarrollan hasta adquirir verdadera madurez humana. “es esta actitud -escribe Wojtyla- la que permite al hombre llegar a la plenitud personal al complementar a los otros”.
Al sacerdote se le pide formar parte de un presbiterio, lo que se concreta en una colaboración, a veces demasiado estrecha y sin suficientes delimitaciones, en el trabajo parroquial con otros. Aquí es donde puede ayudar las consideraciones de Persona y Acción. 
Como se indica en esta obra la actitud correcta en el presbiterio y en la vida parroquial no es el “conformismo” que supondría abandonar la libertad para entregarse a lo rutinario y esclavizante de hacer simplemente lo que todo el mundo hace o lo que otro indica. La “no participación”, el aislamiento, tampoco sirve porque uno termina “explotando” hacia fuera o “implosionando” por dentro, para terminar en el psicólogo o en el psiquiatra. La “oposición” o la “resistencia” solo caben cuando nos topamos con la injusticia manifiesta, que hay que denunciar ante las instancias pertinentes en vez de hacerla objeto de murmuraciones y chismes, que no solucinan nada. Para ello el presbítero debe apreciar los órganos de gobierno del obispo y pedir la aplicación equitativa de las leyes canónicas, que permiten defenderse y defender. Frecuentemente se desprecian y eso lleva a sentirse indefenso y sin recursos, refugiándose en amistades, a veces demasiado equívocas. Queda pues, como la actitud más adecuada para vivir en el presbiterio, la “solidaridad”. Con ella no se renuncia a la libertad, pero no se piensa tanto en el bien personal, cuanto en le bien común, el servicio de la parroquia y del Evangelio, estando dispuestos a dar explicaciones de los propios actos y a escuchar lo que los demás pueden decir.  Ser solidarios es hacerse, no retorcidos y complicados, sino sencillos. Y no tener una doble vida, fabricada con mentiras que ni uno mismo se cree y que todos terminan conociendo, y que se derrumba, tarde o temprano, arruinado la confianza, la alegría y la felicidad de las personas de bien. Tiene, pues, mucha razón Karol Wojtyla cuando señala que “es esta actitud la que permite al hombre llegar a la plenitud personal al complementar a los otros”. Yo lo aplico al sacerdote, que tiene aquí una maravillosa posibilidad de alcanzar la plenitud sacerdotal, que le permitirá enriquecer al presbiterio y no arruinarlo. Para ello sería bueno examinar a menudo cómo andamos de solidaridad. 
Weigel añade que el primer logro de esta obra singular, Persona y Acción, fue demostrar que una ley del don forma parte de la condición humana. Lo que obliga a empeñarse en la lucha por conseguir que la persona que somos se rinda a la persona que debemos ser. Esa lucha solo puede resolverse mediante la autoentrega. La demostración de Wojtyla de la ley del don de si, puede ser captado por cualquiera lo bastante paciente para desentrañar un argumento filosófico. El segundo logro de Wojtyla como intelectual pastoralmente comprometido fue mostrar que no somos accidentes de la bioquímica o la historia, a la deriva en el cosmos. Podemos, como actores morales, convertirnos en protagonistas, no en objetos (o victimas), del drama de la vida. Se trataba de una demostración revestida de atractivo para aquellos que viven bajo la represión totalitaria y aquellos que están oprimidos por una sensación de anclada en el nihilismo.
Wojtyla llevaría también a cabo una profunda crítica del utilitarismo que impregna la cultura moderna -la tentación de medir a los demás por su utilidad financiera, social, política o sexual para mí-, mediante la demostración del hecho moral de que nuestra relación con la verdad, la bondad y la belleza es la verdadera sustancia de nuestra humanidad. Finalmente, Wojtyla mostraba que aceptar la verdad moral que implicaba la ley del don, no suponía un límite a nuestra libertad o nuestra creatividad. La verdad nos hace libres y nos permite vivir nuestra libertad hacia su objetivo, que es la felicidad.
Aplicado todo esto a la vida sacerdotal, los presbíteros podemos ser felices, muy felices, si no hacemos cálculos utilitarios para ver cómo trabajamos menos y descansamos más, si no estamos pendientes de nuestros derechos, sino siempre dispuestos a sacrificarnos, a presentarnos voluntarios, a darnos al ministerio. Nos sentiremos protagonistas de nuestro destino y disfrutaremos cada instante, cada servicio, cada trabajo. Y estaremos en lo que estamos, sin angustiarnos por descansar, por divertirnos, por beber, por viajar, por gozar… porque hallaremos satisfacción en leer, predicar, rezar, hacer grata nuestra compañía a los otros, o dormir en la casa, reposando solo en Dios, sin añoranzas. Y el descanso nos servirá para seguir trabajando sin tregua y llegar a ser la persona que se espera seamos, el sacerdote que hoy necesita el mundo para un verdadero cambio a mejor. Un cambio que lo salve. 
Los afanes pastorales, legítimos y siempre estimulantes, no deben ahogar los intelectuales, para no caer en un activismo que acaba vaciando y desencantando al presbítero. Estas reflexiones, que aquí concluyen, del gran pastor y padre Karol Wojtyla, Juan Pablo II, pueden ayudarte, hermano sacerdote, como me ayudan a mí, a plantearme el sentido de mis actuaciones sacerdotales. Son puro activismo alienante, si no las encauzo a diario hacia el bien y la verdad, que se me muestran en la reflexión, el estudio y la oración, que procuro cuidar como el primer y fundamental compromiso pastoral. Dios no me pide para ello horas, me piden momentos, me pide atención y me pide empeño. ¿Se lo puedo negar a Él, que me ha entregado su vida entera?
Ángel María Pascual Pascual, Año de la Eucaristía 2005.

La Misa, el cielo en la tierra

La Misa, el cielo en la tierra

Ya en la creación, Dios se deja entrever en la belleza y la armonía del cosmos. En el Antiguo Testamento se manifiesta con su gloria a través de los prodigios hechos en el pueblo elegido. En el Nuevo Testamento se llega definitivamente a esta belleza en la revelación de Dios en Jesucristo. Él es la plena manifestación de la gloria divina. Jesucristo nos enseña cómo la verdad del amor sabe transfigurar el misterio oscuro de la muerte en la luz radiante de la resurrección. Aquí el resplandor de la gloria de Dios supera toda belleza mundana. La belleza de la liturgia es parte de este misterio; es expresión eminente de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un asomarse del cielo sobre la tierra. (Sacramentum caritatis, 35)

Por eso no es extraño que los cristianos valoremos tanto la Misa y la echemos en falta, si no podemos asistir a ella. La sencillez de sus ritos y la profundidad inescrutable de su significado, nos anticipa el cielo en la tierra y nos hace la vida, cuando se nos hace cuesta arriba, más llevadera.

La foto es de la ermita de Santa Eufemia, hoy. En ella se guarda también la preciosa imagen de la Virgen de la Confianza y otra de San Antonio de Padua. Que nos guarden con su intercesión.

Mes de las flores, mes de María

Mes de las flores, mes de María

Hemos comenzado el mes de mayo, mes de las flores, mes de María. Por eso el mensaje de hoy va sobre ella: La Vida es como un viaje por el mar, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza? (Spe Salvi, nº 49)

Estrella y flor, que anuncia el fruto bendito, su Hijo Jesucristo, el Salvador. En este mes, confinados y apesadumbrados, le ofrecemos flores de paciencia, pequeños servicios, cuidado de la normativa sanitaria, y una oración sencilla y confiada de hijos, que llega hasta su tierno corazón de Madre.

Cristianos sembradores de esperanza

Cristianos sembradores de esperanza

Conviene ciertamente hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento; impedir cuanto se pueda el sufrimiento de los inocentes; aliviar los dolores y ayudar a superar las dolencias psíquicas. Es cierto que debemos hacer todo lo posible para superar el sufrimiento, pero extirparlo del mundo por completo no está en nuestras manos. Esto sólo podría hacerlo Dios: y sólo un Dios que haciéndose hombre, entrase personalmente en la historia y sufriese en ella. Nosotros sabemos que ese Dios existe. Con la fe en la existencia de este poder ha surgido en la historia la esperanza de la salvación del mundo. (Spe Salvi, 36)

 Y, pese a quien pese, los cristianos seguimos y seguiremos llevando esa esperanza. Y gracias a ella nuestro mundo tendrá más valor para hacer frente y vencer a los males que le afligen. Gran responsabilidad la nuestra.

Que la fe no decaiga...

Que la fe no decaiga...

La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una “prueba” de lo que aún no se ve. El hecho de que este futuro exista cambia el presente” (Spe Salvi, 7)

La pandemia que sufrimos no debiera debilitarnos la fe, sino acrecentarla. Somos criaturas débiles y no dioses. Pero tenemos la capacidad de pensar y querer y podemos descubrir lo que Dios quiere. Él nos dio la prueba decisiva de su amor por nosotros en la Cruz. Respondamos nosotros con generosa entrega. Y nuestro mundo recobrará la esperanza. No lo dudemos.

Mensaje para la ESPERANZA en el Martes Santo

Mensaje para la ESPERANZA en el Martes Santo

"Lo que cura al ser humano no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito". (Benedicto XVI, Spe Salvi, nº 37)

La Semana Santa que nos ha tocado vivir este año recluidos y atemorizados, nos anima a imaginar esas imágenes de nuestros Cristos llagados, machacados por los azotes y el peso de la cruz. Y, dolidos por no poder acompañarlos por las calles en procesión, le pedimos nos agarre fuerte para que el dolor por esta pandemia, no nos robe la esperanza.

Mensaje para la ESPERANZA en el Lunes Santo

Mensaje para la ESPERANZA en el Lunes Santo

“El presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifica el esfuerzo del camino”. (Benedicto XVI en su Encíclica Spe Salvi, 1)

Los creyentes en Cristo conocemos que existe la meta, que es mayor de lo que imaginamos, y, que, por tanto, el esfuerzo por alcanzarla merece la pena.

Apliquemos este convencimiento a la penosa circunstancia que atravesamos y no perderemos la esperanza ¡Por nada del mundo!

Meditación en una tarde de aislamiento y cuarentena

Meditación en una tarde de aislamiento y cuarentena

Copio un texto, que aunque escrito hace años, viene que ni pintado para hoy. Ha caído en mis manos en esta tarde de cuarentena y me ha motivado a la fe y al servicio esforzado, también en estas circunstancias confusas y desconocidas para nosotros, que nos está tocando vivir.Meparecen sumamente iluminadoras: 

El retablo del altar de Isenheim (Alemania), pintado por Matthias Grünewald, y que es el cuadro de la crucifixión más conmovedor de toda la cristiandad, se encontraba en un convento en el que eran atendidos los hombres que eran víctimas de las terribles epidemias que azotaban a la humanidad en occidente en la Baja Edad Media. El crucificado está representado como uno de ellos, torturado por el mayor dolor de aquel tiempo, el cuerpo entero plagado de bubones de la peste. Las palabras del profeta, cuando dijo que en él estaban nuestras heridas, encontraron su cumplimiento. Ante esta imagen rezaban los monjes, y con ellos los enfermos, que encontraban consuelo al saber que, en Cristo, Dios había sufrido con ellos. Este cuadro hacía que a través de su enfermedad se sintiesen identificados con Cristo, que se hizo una misma cosa con todos los que sufren a lo largo de la historia; experimentaron la presencia del crucificado en la cruz que ellos llevaban, y su dolor les introdujo en Cristo, en el abismo de la misericordia eterna. Experimentaron la cruz, que debían soportar, como su salvación.

Aquellos monjes de los que hablamos no veían en la cruz ningún pretexto que les eximiese de su tarea, que les librase de su actividad de ayuda humana bien dirigida y organizada. Con 369 hospitales en toda Europa habían construído una red de ayuda, en la que la cruz de Cristo se había convertido prácticamente en una llamada a buscarle en los que sufren y curar su cuerpo herido, es decir, acambiar el mundo y poner fin al dolor. 

Los monjes de acuerdo con el credo cristiano,no sólo predicaban la salvación que viene de la cruz, sino también la salvación por la cruz asumida en el servicio, y así lo practicaban. Esto constituye el núcleo del cristianismo, desde el que se ha de comprender la actividad humana en este mundo.

(Texto entresacado del libro "Viacrucis" de Editorial Encuentro. Su autor es J. Ratzinger, que inicia lo que escriben a continuación de él, comentando las estaciones del Viacrucis, H.Urs von Balthasar, L.Giussani y J.E.Newman

Magnífico Artículo sobre el libro del Cardenal Sarah

Magnífico Artículo sobre el libro del Cardenal Sarah

FRANCISCO SERRANO OCEJA

Desde lo más hondo de nuestros corazones

Cardenal Robert Sarah, con Joseph Ratzinger-Benedicto XVI
Palabra

Ahora entiendo. Ahora comprendo el lío que se armó cuando apareció este libro. No se trataba solo de los autores, del autor de más páginas y del de menos páginas. No se trataba solo del momento. Se trataba, y mucho, del contenido.

Les puedo asegurar que hacía mucho tiempo que un libro no me había producido tal impacto. Y no solo porque estuviera predispuesto, sino por la valentía, el respeto, la delicadeza y el profetismo con el que se hacen determinadas afirmaciones.

Les aseguro que, durante mucho tiempo, cuando tenga que regalar algún libro a un sacerdote, será éste del cardenal Sarah y de Benedicto XVI. Un libro, además, que cualquier fiel cristiano debiera leer para tener las ideas claras. Y si me permiten el consejo, si el lector no está acostumbrado a ensayos o estudios teológicos, comience por el texto del cardenal Sarah y vaya luego al de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI.

CRISIS DEL SACERDOCIO CATÓLICO 

Es cierto que en el libro se habla de la crisis del sacerdocio católico. Y se explican algunas de sus causas. Pero este antídoto sobre esa crisis es mucho más que una salida rápida ante el riesgo de lo que el Papa hubiera podido determinar en el texto posterior al Sínodo de la Amazonia. Este libro es una fiesta, es una joya, sobre el sacerdocio católico, sobre su significado. Una síntesis de la tradición más acrisolada de la Iglesia.

Por cierto que hay que aclarar que el libro aparece bajo la firma del “cardenal Robert Sarah con Joseph Ratzinger-Benedicto XVI”. En el desarrollo, la primera colaboración está firmada por Joseph Ratzinger-
Benedicto XVI en el estilo al que nos tiene acostumbrados últimamente. Un estilo de profunda sabiduría teológica, con incursiones de experiencias personales.

De profunda ciencia, en este caso, a la hora de aclarar la interpretación cristológica-pneumatológica del sacerdocio, la continuidad, y superación, del sacerdocio del Antiguo Testamento en el Nuevo, y la reflexión sobre el sentido veterotestamentario del culto y del nuevo sentido neotestamentario del culto en Cristo, amor que se entrega en sacrificio.

Me sigue llamando la atención la forma en la que Joseph Ratzinger utiliza la bibliografía reciente sobre los temas de exégesis e historia. Obispo, cardenal, Papa emérito, y siempre teólogo de raza.

Después nos encontramos una larga aportación central del cardenal Sarah sobre el sacerdocio, en un estilo directo que interpela la lector, sobre la naturaleza del orden sacerdotal, sobre el celibato, sobre la mujer en la Iglesia, sobre el bautismo y la confirmación como base de la dignidad del cristiano, sobre las comunidades cristianas, sobre la historia de la Iglesia, sobre las desviaciones en la concepción de los ministerios.

Permítanme reproducir algunas líneas, sobre variados temas, para que se perciba el tenor de lo que dice el cardenal Sarah, quien por cierto riega su aportación de jugosas experiencias personales.

"PARECÉIS PERDIDOS, DESALENTADOS" 

“Queridos hermanos sacerdotes, deseo hablaros sin rodeos. Parecéis perdidos, desalentados, invadidos por le sufrimiento. Un terrible sentimiento de abandono y de soledad atenaza vuestro corazón…”

“Esas conversaciones –las mantenidas durante el Sínodo- me han afianzado en la idea de que la posibilidad de ordenar a hombres casados significaría una catástrofe pastoral, una confusión eclesiológica y un enturbiamiento del modo de entender el sacerdocio”.

“Tengo la convicción de que, si muchos sacerdotes y obispos occidentales están dispuesto a relativizar la grandeza y la importancia del celibato, es porque no han tenido nunca esa experiencia concreta de una comunidad agradecida”. “Sin esa experiencia concreta el celibato se convierte en una carga
demasiado pesada para poder soportarla.

Tengo la impresión de que algunos obispos de Occidente e incluso de Sudamérica les pesa el celibato. Siguen siendo fieles a él, pero no tienen coraje para imponérselo a los futuros sacerdotes y a las
comunidades cristianas porque a ellos mismos les cuesta”.

IDEOLOGÍAS ELABORADA POR ALGUNOS TEÓLOGOS 

“Nos enfrentamos a ideologías elaboradas por algunos teólogos dispuestos a servirse de las carencias de los pueblos pobres como un laboratorio experimental de sus proyectos de aprendices de brujo”…

Para qué seguir. He sido muy selectivo a la hora de reproducir frases. Pero hacía tiempo que no leía con tanta claridad y fruición. El último texto, a modo casi de oración, “escrito por el cardenal Robert
Sarah. Leído y aprobado por Benedicto XVI. Ciudad del Vaticano, 3 de diciembre de 2019”, debe ser objeto de meditación y repetición.

“Queremos –se lee- permanecer alejados de todo lo que pueda herir a la unidad de la Iglesia. Las disputas personales, las maniobras políticas, los juegos de poder, las manipulaciones ideológicas y las críticas llenas de acritud le hacen le juego al demonio, el divisor, el padre de la mentira. Solo nuestro amor a la Iglesia nos ha decidido a dirigirnos a vosotros”.

Pues eso. Y gracias, de corazón, al Papa Francisco.

El celibato sacerdotal

El celibato sacerdotal

“El celibato sacerdotal es un poderoso motor de evangelización. Hace que el misionero sea creíble, libre, listo a arriesgarlo todo porque ningún vínculo lo retiene”. Cardenal Robert Sarah #DesProfondeursDeNosCoeurs

Reflexión sobre el Sacerdocio cristiano

Reflexión sobre el Sacerdocio cristiano

"Una vida según el mundo sólo puede producir en un alma sacerdotal un sentimiento de incoherencia, no realización y separación. Nadie puede servir a dos señores." Cardenal Robert Sarah #DesProfondeursDeNosCoeurs

Formación Permanente sobra Laudato Si' el próximo lunes

Formación Permanente sobra Laudato Si' el próximo lunes

"Espero que esta Carta encíclica nos ayude a reconocer la grandeza, la urgencia y la hermosura  del desafío que se nos presenta" (Papa Francisco)

Creo en la Comunión de los Santos!

Creo en la Comunión de los Santos!

Tenía la impresión de que podía tocar cosas inalcanzables! Un cortejo de grandes espíritus,  de gigantes de la historia! La visión me asustó  por su carácter extraordinario  pero sentí que, quizá por primera vez,  entendía plenamente lo que significa "vencer a la muerte"; y me sentí,  de una manera  en cierto modo misteriosa,  unida a todos aquellos  que  murieron,  me sentí incluída en el curso de la historia y entendí lo que significa "la Comunión de los Santos ".

(Wanda Poltawska. Diario de una amistad. Pág. 178)

El ambiente en que pueden surgir vocaciones

El ambiente en que pueden surgir vocaciones

La presentación del evangelio en su intevridaf debe hacerse en términos de esperanza antes que de exigencia. Se trata de una esperanza basada en la confianza en la acción de la gracia, que necesita de la apertura del corazón y del tiempo.

La montaña y las alturas

La montaña y las alturas

Nos muestran la belleza, una buena perspectiva y nos hacen humildes en el esforzado caminar. Necesitamos altura aun que cueste alcanzarla.

Motivación del silencio

Motivación del silencio

Acabo de leer esta frase, dicha por uno de los personajes de"Las ventanas del cielo" que me ha gustado:

"Azerwan no habla si lo que va a decir no es más hermoso que el silencio".

Me ha motivado a no ser parlanchín.

Una canción para Jesucristo Sacerdote en su fiesta

Una canción para Jesucristo Sacerdote en su fiesta

Esta canción, que copio a continuación pretende expresar el ideal sacerdotal, que no es una carrera, un futuro seguro, sino una persona: Jesucristo Sacerdote. Cantarle a él, a su sacerdocio, a su entrega, estimula a disponerse a recibir, por la Ordenación, la participación en su único sacerdocio, para predicar y perdonar en su nombre y llevar a todos a la comunión con él por la Eucaristía. La compuse hace años y le pusieron música y la grabaron mis alaumnos de entonces, seminaristas de Sololá. Hoy la hemos escuchado en mi parroquia para celebrar a Jesucristo Sacerdote. Dice así:

Jesucristo Sacerdote en la Cena y en la Cruz se ha ofrecido al Padre Eterno para ser nuestra salud. Y encargó a sus sacerdotes, antes de ser entregado, el sagrado memorial que libera del pecado.

Gloria a Cristo Sacerdote, que nos mandó celebrar la sagrada Eucaristía, sacrificio y memorial.

Jesucristo Sacerdote por la imposición de manos transmite su sacerdocio que es tarea y es regalo. Y nos dejó para siempre estos poderes sagrados que al santificar a otros van también santificando.

 

Jesucristo Sacerdote después de resucitado da poder a sus Apóstoles de perdonar el pecado. Los sacerdotes de hoy siguen también perdonando, herederos como son de tan precioso legado.

 

Jesucristo Sacerdote antes de subir al cielo encomienda a los Apóstoles predicar el Evangelio. Los sacerdotes de hoy también predican con celo, llevando por todo el mundo la salvación y el consuelo.

SER SACERDOTE, una canción con historia

SER SACERDOTE, una canción con historia

Con este canto se celebran las ilusiones y afanes sacerdotales: la alegría de la llamada, las dificultades del camino, la belleza del ministerio, la protección maternal de María. Y también el deseo de ser siempre fieles. Cantándolo se unen y encuentran seminaristas y sacerdotes en el ideal común de ser, sólo y siempre, sacerdotes. Lo compuso el P. Ángel Mª Pascual, que era Rector del Seminario de Sololá, el año 2003, con motivo de sus XXV años de sacerdocio.

Para ser el mismo Cristo Dios eterno me llamó y tan claro yo lo he visto que se acabó mi temor.

Las cruces en el camino, el cansancio y el dolor, no oscurecen mi destino ni me enfrían el amor.

Sin detenerme por nada voy siguiendo al Buen Pastor y vivo cada jornada siıviendo al Pueblo de Dios.

Prepararé cada día el alimento mejor: la Sagrada Eucaristía,cuerpo y sangre del Señor.

Ser sacerdote es misterio. ser sacerdote es misión. Lo he tomado muy en serio y lo vivo con pasión.

Yo le suplico a María ser fiel a mi vocación y vivir con alegría este hermosísimo don.