La fe nos permite escuchar a Dios
El silencio de Dios se nos hace hoy más llamativo que nunca, pues somos más arrogantes y más sensibles que en tiempos pasados, a la injusticia, al dolor, a la marginación. Aunque en todo tiempo existieron males semejantes, hoy se pone más de manifiesto por la constante denuncia de los medios de comunicación… Muchos piensan además que la Iglesia no presta suficiente voz a Dios en la condena de todos esos males, o que se deja contaminar por ellos.
Escuchar hoy en la misa que Dios responde, que Dios escucha, que no le somos indiferentes, nos debiera llevar a reconocer nuestra arrogancia, nuestra increencia, que no nos permite oírle. Y con el salmo a repetir muchas veces: “Escucharemos tu voz, Señor”. Tal vez silenciando más la televisión, los ordenadores, los gritos estridentes, y dando más volumen a nuestra oración, especialmente en las celebraciones eucarísticas.
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