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La Medalla Milagrosa, signo del interés de la Virgen por que crucemos la puerta de la fe

La Medalla Milagrosa, signo del interés de la Virgen por que crucemos la puerta de la fe

Hermanos todos, reunidos en esta Iglesia Catedral de Santa María de la Redonda, ante el venerado Altar de la Virgen de la Medalla Milagrosa, para celebrar la solemne novena que prepara su fiesta del 27 de noviembre: 

En este año, proclamado por el Papa Año de la Fe, quiero agradecer con todos vosotros a la Milagrosa, desde el comienzo de la novena, su fe valiente para aceptar ser la Madre de Dios y colaborar con Él en la obra de la salvación del mundo. Y pedirle nos dé esa misma valentía para ser también nosotros creyentes auténticos y comprometidos, en medio de tanta increencia como nos rodea.

“La puerta de la fe –nos dice el Papa- , que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta ante nosotros. Se cruza este umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma”. La medalla Milagrosa es signo del interés de la Virgen por hacernos cruzar esa puerta de la fe. Llevarla junto al corazón nos compromete a dejar que la Palabra de Dios modele ese corazón nuestro y se convierta en un corazón creyente, que no titubea frente a la incredulidad que nos agobia.

Nosotros estamos aquí, en esta novena, para pedirle a María que, en este año de la Fe, nos haga interesarnos por leer, por conocer y meditar la Palabra de Dios, para convertirnos en hombre y mujeres de fe reflexiva y entusiasta. Un buen modo para ello puede ser apuntarnos a algún grupo bíblico que funcione en nuestra parroquia, o leer la Biblia, o al menos el Evangelio, por nuestra cuenta más a menudo. La Virgen, desde su medalla que llevamos junto al corazón, “sin decirnos nada, nos lo enseñará todo”, como gustaba repetir al converso Alfonso de Ratisbona.

Pidamos pues, en este primer día de la novena, que la Virgen nos enseñe a ser, como ella, hombres y mujeres de fe, verdaderos creyentes que aman la Palabra de Dios, la escuchan y la siguen. Y lo pedimos utilizando la hermosa oración de Santa Luisa de Marillac: “Dios es la semilla que se siembra en mi campo, pero si soy mala tierra, sé Tú, también, Dios mío, mi tierra y mi semilla”. Que así sea.

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