Nuevo grupo de niños de Villamediana harán mañana su Primera Comunión
Y les acompañeremos toda la parroquia con mucha alegría y con deseos de renovar nuestra fe, algo cansada, y nuestro amor, algo descuidado.
En el momento de la acción de gracias de las misas del domingo haremos esta oración-reflexión:
Jesús, este sábado otro grupo, esta vez de siete niños de nuestra parroquia de Villamediana, te han recibido por vez primera, nosotros nos alegramos con ellos y sus familias y queremos, con ellos, recibirte como si fuera la vez primera y darnos más cuenta de lo que hacemos. Por eso te decimos en estos momentos: Gracias, Jesús por venir a nuestro corazón.
Y aprovechando este tiempo de pascua queremos pedirte que no nos acostumbremos a participar en la Misa. Ahora, contigo en el corazón, queremos recordar y entender que con nuestra postura corporal expresamos la unidad de los miembros de nuestra comunidad parroquial, congregados para celebrar la sagrada Liturgia, ya que significa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de todos los participantes.
Gracias, Jesús, porque al ponernos todos a la vez en pie: mostramos con sencillez nuestra pronta disposición a seguirte a Ti, Señor, que nos convocas. Es la postura en la que más tiempo se está durante la misa.
Gracias, Jesús, porque al estar todos a la vez sentados: se favorece la escucha y la meditación. Es la actitud del discípulo ante el maestro y tú eres nuestro maestro del que aprendemos todo. Sobre todo estamos así en la lectura de tu Palabra y en la reflexión de la homilía o predicación.
Y gracias también, Jesús, porque al ponernos todos de rodillas, lo que requiere un poco más de esfuerzo, hacemos el gesto más expresivo de la relación que la criatura tiene con Dios. Expresamos humildad ante tu presencia, mostramos externamente nuestra adoración interior y expresamos la súplica de la Iglesia que pide el Espíritu Santo. Es un gesto que aparece abundantemente en la Biblia, la utilizaste tú mismo, Jesús, muchas veces y la siguen utilizando todos los que oran.
Es sólo un breve, pero intenso, momento en la Misa, el momento de la Consagración del Pan y el vino, en el que te haces presente de modo invisible, pero real, en nuestro altar. Sólo un problema físico (razones de enfermedad, estrechez del lugar, aglomeración de los participantes...) puede justificar no arrodillarse en ese momento fundamental de la consagración. Los que no puedan hacerlo por enfermedad o debilidad, son invitados por las normas de la Iglesia a hacer una profunda inclinación, mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
Gracias, Jesús, por recordarnos hoy que con nuestras posturas corporales bien conjuntadas y comprendidas en su significado, te podemos adorar y recibir con más respeto y provecho. Gracias, Jesús.
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Angel Mª Pascual -
Marco Tulio López -