El Cardenal Antonio María Rouco Varela
Esta semana se ha conocido oficialmente la aceptación por el Papa de la renuncia del Cardenal Rouco a la Archidiócesis de Madrid, por edad.
No he tenido la suerte de tratarlo mucho, únicamente una vez en Galapagar, en la casa de las Hijas de Santa María del Corazón de Jesús, y oirle alguna predicación y una conferencia que dió aquí, en Logroño. Poca originalidad puedo aportar, pues, y añadir a lo que otros, más enterados, han dicho.
Pero, aun teniendo pocos datos experienciales, me parece que es un gran Arzobispo y que Madríd está, bajo su pastoreo episcopal, mucho mejor que cualquier otra diócesis española. Y mucho se debe sin duda a su buen hacer episcopal.
Una vez le ayudé en la Misa en El Monte del Gozo, Galapagar, y concelebré con él. Después le escuché contar su viaje a Australia, donde acababa de desisgnarse a Madrid como siguiente sede de la JMJ. Nunca he visto un obispo más feliz. También recuerdo que hablamos sobre el Seminario de Logroño y conocía muy bien su historia en el postconcilio. Y en la concelebración, mi ayuda no le convencía del todo, y se encargó, de inmediato, de indicarme lo que convenía hacer. Por eso pensé: "Manda mucho y manda bien".
Creo que también lo dirán los curas madrileños que despedirán con pena a quien les ha mandado con acierto y los ha estimulado magníficamente. Es, pues, un gusto, darle gracias por ese buen hacer, y pedir para su retiro que continúe la alegría que experimentó con motivo de acoger en Madrid la JMJ, en la que también yo lo pasé genial. Y que pueda descansar y disfrutar de lo realizado, porque, pienso, que merece gran reconocimiento. Desde mi rincón parroquial, ¡Gracias, Señor Cardenal!
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