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Fiesta de la Virgen del Sagrario y de los Santos Arcángeles en Navarrete

Fiesta de la Virgen del Sagrario y de los Santos Arcángeles en Navarrete

Mañana, día 29, estoy invitado a predicar en Navarrete. Se despide de la parroquia quien, durante estos años ha sido alma y Pastor de ella, Don José Félix. Le deseo que los felices y fecundos años de Navarrete se continúen y mejoren, si cabe, en el nuevo misnisterio pastoral en San Miguel de Logroño. Esta es la homilía:

Es una alegría grande para mí estar hoy en esta magnifica iglesia, ante este impresionante retablo, radiante de oro, de arte y de luz, acompañado por mis hermanos sacerdotes y por este grupo creyente de fieles de Navarrete, celebrando a los Santos Arcángeles y a la Virgen del Sagrario. Una alegría y una gracia divina que, pienso, nos facilita creer en la promesa de Cristo: “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre”.

El arte y la fe han visibilizado en esta singular iglesia el cielo abierto sobre el Hijo del Hombre, que es Dios encarnado en el seno de la Virgen y presente en el Sagrario, centro y clave de este retablo. La fe, que permite conocer con certeza lo que los ojos no perciben, fiados en la Palabra infalible de Dios, y el arte que hace visible a los ojos lo que asegura la fe.

Pero este retablo no presenta un cielo imaginario, sino real. No es el cielo de los poetas, sino el de los creyentes. El cielo que vio Daniel el profeta, como escuchábamos en la primera lectura: “miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes”. ¿Será fácil imaginarlo en otro lugar? ¡Aquí, desde luego, es sencillo, hermoso y arrebatador! Este magnífico retablo presenta el cielo del que descendió Jesucristo al encarnarse, y al que ascendió tras su resurrección, y en el que quiso estuviera con él, en cuerpo y alma, su santa Madre, y al que queremos ir nosotros.

Y este es el santo orgullo de Navarrete: mostrar y celebrar al Dios cercano y verdadero, presente en el sagrario, rodeado de espíritus angélicos, y de su Madre la Virgen, Nuestra Señora del Sagrario. El Dios que vino a este mundo, que se entregó hasta la muerte y que, al regresar al cielo resucitado, se quedó en el sagrario oculto en el pan consagrado. Y para que no dudemos que es Él y no otro, su madre la Virgen no cesa de acompañarlo y mostrarlo, invitando con insistencia, como en el evangelio: “Haced lo que Él os diga”.

Virgen del Sagrario, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, en la penumbra misteriosa y siempre atractiva de esta iglesia de Navarrete. Muéstranos, al Dios que escucha, que comprende, que sabe de dolores, sacrificios, alegrías, y, sobre todo de amores. Muéstranos a Jesús, y después de este destierro, llévanos junto ti y junto a él. Porque si es tan hermoso este templo, que representa la gloria ¿qué no será la realidad representada? Su brillo, su esplendor, su belleza, su armonía y, sobre todo, su verdad perdurable y salvadora es objeto de nuestra esperanza, que da sentido a las luchas, dolores y trabajos de nuestra vida.

¡Santa María del Sagrario, Santos Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael, rogad por nosotros para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo! Amen.

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