¡Ven, Espiritu Santo, en el día de Pentecostés!
Llega Pentecostés...
El Espíritu Santo es Dios y trae al corazón del hombre la santidad de Dios. El Espíritu Santo libera del pecado y promueve con sus dones el bien y la virtud. El Espíritu Santo trae a la Iglesia el poder perdonar los pecados, poder que Cristo confiere a los Apóstoles, a sus sucesores los Obispos, y a los Sacerdotes.
Cristo –dice el catecismo- quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico, que está encargado del “ministerio de la reconciliación”. El apóstol es enviado “en nombre de Cristo”, y “es Dios mismo” quien, a través de él, exhorta y suplica: “Dejaos reconciliar con Dios”.
El tiempo litúrgico de Pascua, que finaliza en este domingo, ha sido una constante invitación a buscar al Resucitado en el sacramento del perdón y en el de la Eucaristía. Ojala que también en el tiempo ordinario, que se retoma el lunes, sigamos apreciando este maravilloso regalo del perdón que tanta paz trae, que tanto humaniza, que tanto podría hacer cambiar al mundo.
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