Recibir la vida, respetar la vida, amar la vida...
El que recibe a un niño como éste, dijo Jeús, a mi me recibe. Y quien a mí me recibe -añade- recibe al que me envió...
Recibir a un niño es recibir, nada menos que a Dios y rechazarlo, es rechazar a Dios.
Para tenerlo en cuenta, viviendo en una sociedad como la nuestra, que con las leyes abortistas que promueve fomenta el rechazo a los niños y, por tanto, el rechazo a Dios.
Para concienciarnos de que apreciar, respetar, defender la vida, es respetar a Dios.
Si queremos ser felices, aunque sea en medio de la contradicción, respetemos la vida, respetemos a Dios. Ir contra Él es posible, pero no tiene futuro. Ir a su favor permite perdurar por siempre. Merece, pues la pena, amar la vida, respetarla y promoverla.
Y cuando se nos pida la opinión, digamos claramente, que no queremos legisladores que atenten contra las leyes divinas, permitiendo con la despenalización del aborto, que la sociedad vea como un derecho lo que es ir directamente contra la vida y contra su Hacedor.
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Luis Quintanilla -