El debate sobre la existencia de Dios
Sigo estudiando, tras una primera lectura, el libro "¿Dios existe?", que contiene dos artículos y el debate entre un creyente, el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, y un ateo, el filósofo italiano Paolo Flores d´Arcais, que tuvo lugar en Roma el año 2000.
Copio, por su enorme interés, cómo sintetiza el creyente, las razones de su certeza en la existencia de Dios:
Se trata, en fin, de si la razón o lo racional están o no al comienzo de todas las cosas y en su fundamento. Se trata de saber si lo real surgió del azar y la necesidad, es decir, de lo irracional; si, por tanto, la razón es un subproducto casual de lo irracional y carece también de importancia en el océano de lo irracional, o si continúa siendo cierta la idea que constituye la convicción fundamental de la fe cristiana y su filosofía: "In principio erat verbum", " en el principio de todas las cosas está la fuerza creadora de la razón". La fe cristiana es, hoy como ayer, la opción de la prioridad de la razón y lo racional. Esta cuestión última no se puede resolver ya mediante los argumentos de las ciencias naturales, y también el pensamiento filosófico choca aquí con sus límites. En este sentido, no existe una posibilidad última de demostrar la opción cristiana fundamental. Pero ¿puede la razón renunciar a la prioridad de lo racional sobre lo irracional, a la existencia original del logos, sin abolirse a sí misma? La razón no puede hacer otra cosas que pensar también sobre lo irracional a su modo, esto es, de modo racional, estableciendo así ímplicitamente de nuevo la cuestión de la primacía de la razón. (pág. 21-22)
Y copio también, para que se pueda ver la complicación que presenta la respuesta atea, cómo explica el no creyente el origen del ser humano, tras negar la existencia del Creador:
Sucesivos errores en la duplicación del ADN de un simio, acaso repetidos varias veces sin resultados "fatídicos", finalmente han dado vida a la supervivencia de un cerebro anómalo, capaz de estar en el mundo y de hacerse preguntas, "arrojado" a la necesidad de optar por la norma en vez de seguir al instinto, capaz de "proyectar" en el sentido de desvelar el "hacer posible". De "construir mundo" en vez de "estar en el cosmos". Pero de todo eso nunca se habría dicho nada si una variación triunfadora del ADN no hubiera alumbrado la norma y la pregunta. (pág. 110)
Y, como una humilde aportación mía a este debate, que plantea el libro, en estos días en que en España se juegan millones de euros en la "Lotería de Navidad", yo pienso, leyendo las razones del ateo, que será racional y posible que me toque la lotería sin haber comprado ningún número, porque, según él, nos tocó la racionalidad sin que previamente el Creador hubiera puesto en el bombo de la existencia la posibilidad de que surgiera. Tengo, pues, la posibilidad de hacerme millonario con la lotería en esta Navidad. Lo malo es que yo no soy ateo, sino creyente, y que por ello pienso que del no ser no surge el ser, si no lo pone el Ser absoluto. Así que nadie me pida un euro.
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