En la ermita de la Virgen del Roble de mi pueblo natal, Sorzano
1. Nuestra incomparable ermita, balcón asomado a valles y montañas de La Rioja y regiones limítrofes, en esta tarde de septiembre, último día de la novena a nuestra Patrona, la Virgen del Roble, rompiendo su silencio contemplativo en este paisaje de ensueño, se vuelve hogar bullicioso, que huele a bollo recién horneado, y nos acoge y abraza a los hijos de Sorzano y a los amigos que nos visitan, haciendo surgir en nosotros los recuerdos y añoranzas de una infancia, que revive cada año en el regazo materno de nuestra Madre del Roble.
Y qué a gusto nos sentimos, qué felices, que conmovidos, qué entusiasmados… Tanto, que niños y jóvenes, adultos y mayores cantamos, con un nudo en la garganta, que tal vez nos hace desafinar, pero que no nos impide rezar mientras cantamos: Ruega por nos, amorosa, ¡Oh Virgen Santa del Roble!
2. Esta ermita de Sorzano se transforma así en esta tarde de septiembre, misteriosamente, en un sitio parecido a la montaña de Judea, a la que María corrió presurosa, como cuenta el Evangelio, para atender a su prima Santa Isabel, y así puede seguir siendo para nosotros, como cantamos en los gozos de esta novena: “la providencia de los hijos de Sorzano”. Como lo fue para los que construyeron esta preciosa ermita hace ya más de cuatro siglos, o los que consiguieron con gran sacrificio que se esculpiera esta preciosa imagen, que ha recibido tantas miradas amorosas y tantas súplicas fervorosas a lo largo de generaciones en nuestro pueblo de Sorzano; y que esperamos siga recibiéndolas de aquí en adelante.
3. Y con ella, con nuestra Virgen del Roble, nos llega Jesucristo, el Fruto Bendito de su Vientre. Al que seguimos necesitando, como nuestro Dios y Señor, también en este año dos mil ocho, amenazados por la crisis económica, y sumidos en una grave crisis moral y religiosa, que carcome los cimientos de nuestra sociedad tecnificada.
Necesitamos, Patrona y Madre, que este “altar en que te ostentas y tanto tu poder brilla”, siga siendo, como te cantamos en los gozos, “el disipa tormentas de esta venturosa villa”. Para que los de Sorzano, vivamos en el pueblo o lejos de él, sigamos manteniendo una fe, sencilla, pero valiente en tu Hijo Jesucristo, como la de nuestros mayores, que nos permita enfrentarnos a la vida actual con valentía e imaginación, para mejorar la familia y la sociedad con el sacrificio que se alimenta del de tu Hijo, clavado en la Cruz y vencedor de la muerte, por su resurrección. Sin dejarnos engañar por las falsas ideologías que, por rechazar a Dios, que es el fundamento, terminan esclavizando al hombre, que se queda sin razones para el bien y para el esfuerzo, y se hunde en la desesperanza.
4. ¡Tantos hijos de Sorzano han vivido entregados y felices a sus familias, a su trabajo, y a su fe, que sería imposible recordarlos a todos porque son multitud! Pero seguro que cada uno de los presentes recuerda en esta tarde, al finalizar la novena, a familiares y convecinos, que vivieron honradamente, que fueron felices, a pesar de mil carencias, sacrificándose para que nosotros podamos disfrutar hoy, en Sorzano y fuera de aquí, de una prosperidad de la que se sentirán, sin duda, muy orgullosos.
La cita anual en esta ermita los marcó a ellos y nos sigue marcando a nosotros, estemos donde estemos. Ojala que también las generaciones futuras sigan subiendo y cuidando esta hermosa herencia de fe y de humanidad solidaria, que representa esta ermita, esta novena y esta fiesta popular, que hoy comienza. Por eso, no quiero dejar de señalarlo, ¡qué esperanzador para todos ha sido este grupo de matrimonios jóvenes de Sorzano, que se ha comprometido a hacerse cargo durante unos cuantos años de la mayordomía, colaborando unos con otros, y que con tan buen gusto y tanto esfuerzo han limpiado y mejorado el entorno de la ermita! Que la Virgen os premie con felicidad y alegría esos esfuerzos. Todos nos sentimos muy orgullosos de vuestro trabajo, no perdáis nunca esta ilusión ¡Ha merecido la pena, aunque aún queden cosas por hacer!
5. Y termino esta reflexión, que espero no os haya resultado ni pesada ni insulsa, haciendo mío el adiós cantado de la novena, confiando que la Virgen nos permita encontrarnos muchos años, para seguir disfrutando de la amistad y la alegría, simbolizadas en ese bollo, pagado con el tradicional “celemín” que siguen dando con gusto las familias de Sorzano en honor y para gloria de nuestra Madre Bendita, La Virgen del Roble, a la que cantaremos en un instante: Adiós, purísima Rosa, encanto de quien bien hable. Ruega por nos, amorosa, oh Virgen Santa del Roble ¡Que así sea!
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