Hoy he rezado en el cementerio
Hoy he rezado en el cementerio de mi pueblo natal a donde he podido acudir en estas fechas después de muchos años. Allá estan enterrados mis padres y muchos familiares y conocidos. Estaba lleno de flores, que se marchotarán pronto, pero que expresaban bien la esperanza de los que allí rezábamos. Se marchitarán las flores, pero no las oraciones. Porque las oraciones son realidad y no símbolo. Realidad de fe, pero realidad. Es decir, nacen del amor que es más fuerte que la muerte, traspasando sus frontera y alcanzando, por Dios, que vive, a quienes ahora viven en él. Nosotros nos detenemos en las tumbas, pero nuestro amor a quienes reposan en ellas, se hace oración y llega al Dios que ha vencido a la muerte, pasando por ella, pero venciéndola. Por eso me ha consolado rezar en el cementerio de mi pueblo.
También he rezado en el cementerio parroquial de Villamediana. Allá reposan los miembros de la parroquia que ahora viven en Dios. Es un consuelo saber que muchos de ellos gozan de la felicidad eterna y otros esperan poderla gozar tras ser purificados de sus faltas. La oración unánime de la feligresía ha tras pasado las fronteras materiales y ha penetrado las fronteras de la muerte.
Con el párroco de Lardero he rezado también en el cementerio civil de la Barranca, donde reposan los que fueron fusilados en juicios sumarísimos durante la guerra civil en el bando vencedor. Muchos de ellos feligreses de Villamediana. También esperan que el amor supere al odio que les dio muerte y se trueque en vida para sí mismos y para los que permanecen en la tierra, familiares y amigos.
Una jornada, pienso, intensa y bien aprovechada. Una jornada de consuelo y de esperanza. Una bella jornada parroquial, en la que he podido tocar el corazón de muchas personas y sintonizar con sus sentimientos y sus aspiraciones más nobles.
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