¡Qué grande y maravilloso ser sacerdote por gracia de Dios! ¡Felicidades, hermanos sacerdotes!
Para ser el mismo Cristo Dios eterno me llamó y tan claro yo lo he visto que se acabó mi temor.
Las cruces en el camino, el cansancio y el dolor, no oscurecen mi destino ni me enfrían el amor.
Sin detenerme por nada voy siguiendo al Buen Pastor y vivo cada jornadasirviendo al Pueblo de Dios.
Prepararé cada día el alimento mejor: la Sagrada Eucaristía, cuerpo y sangre del Señor.
Ser sacerdote es misterio, ser sacerdote es misión. Lo he tomado muy en serio y lo vivo con pasión.
Yo le suplico a María ser fiel a mi vocación y vivir con alegría este hermosísimo don.
Sin detenerme por nada voy siguiendo al Buen Pastor y vivo cada jornadasirviendo al Pueblo de Dios.
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