Leyendo y aprendiendo
Hoy he leído algo interesante, que no me resito a compatir con los lectores del blog, en el libro I de las Obras completas de Ratzingel-Benedicto XVI, que me regalaron los Reyes Magos. Es lo siguiente:
Hoy celebramos la fiesta de San Agustín, sobre el que escribí mi primer trabajo de investigación, y al que siempre he considerado como un gran amigo y maestro. Él puede servirnos de ejemplo. Todos saben que él es el gran converso; aquel que descubrió el resplandor de la verdad a partir de la culpa de una vida elejada de Dios, y que se introdujo en la fe con la gran alegría y el entusiasmo de la primera conversión. Pero solemos olvidar que después vivió todavía 44 años, como cristiano, sacerdote y obispo. De ellos, 39 años los pasó siendo obispo de una mediana ciudad portuaria africana en la que se daban todo tipo de miserias humanas, de las que él, como obispo, tenía que ocuparse a diario.
De esta forma, san Agustín supo que el hombre necesita dos tipos de gracia: la gracia del comienzo y la gracia de la perseverancia; y que tampoco esta última se puede dar por descontada, sino que es la gracia más grande que tiene que ser solicitada constantemente. Él la pidió, y en la paciencia del largo camino brotó en él la alegría de la fe de una manera íntima y novedosa. Así él nos inviita a pedir la gracia de la perseverancia, que nos abramos a ella y en ella progresemos. (pág. 664-665)
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