Recordando a Monseñor Eduardo Fuentes en su XX aniversario: Pastor bueno
Y lo hago trayendo al blob este escrito mío de hace años sobre Jesucristo, Buen Pastor, al que trató de imitar con acierto nuestro recordado Monseñor Eduardo. Dice así:
EL BUEN PASTOR. El que da la vida; el que cuida, guía y quiere a su rebaño. Al que es un gusto segir; con quien no se notan las penas; por quien se está dispuesto a morir.
Pero, a veces, sus ovejas, sienten nostalgia de ciertos pastos de ensueño, que ellas suponen sabrosos, fresquísimos, atrayentes. Y, ¡tontas ellas!, se lanzan por los riscos buscando esas quimeras. Pero sólo encuentran zarzas, espinos, barrancos y aun lobos. Y se pierden, y se llenan de heridas, y lloran, y se agotan, en un inutil ir de acá para alla, sin encontrar ni descanso ni sosiego. El Pastor, que las conoce, se ha ido tras ellas. Ha bajado los barrancos, ha sorteado peligros, y ha encontrado a las perdidas, temerosas, acobardadas, hechas una pena. Las acaricia, las carga sobre sus hombros, si están heridas, y retorna presuroso hacia el redil donde esperan las otras, a resguardo de peligros. Y así, año tras año, repitiendo sin cansancio la tarea: enseñando, corrigiendo, acariciando, reprendiendo y curando a cada oveja.
Ellas, aunque tontas, van aprendiendo de amores, y quieren a su Pastor, y lo añoran si está lejos, y sueñan con seguirle hasta el final. Quisieran darle muchos, muchísimos corderos, que hagan mayor el rebaño, que lo alegren, lo enriquezcan y lo hagan sentirse orgulloso. Quisieran que su Pastor fuera el más feliz de los pastores por lo dulces y sumisas que son siempre sus ovejas. No les importan sarcasmos ni críticas de cabreros y vaqueros. Ellas son felices, por un pastor como el suyo, que da la vida por ellas, sin pedir más recompensa que el seguirle hasta la Meta.
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