Los frutos del Año Santo de la Misericordia
Dios los conoce y nosotros también conocemos algunos. Pero no cabe duda de que la mayoría quedarán escondidos, renovando el mundo por dentro y haciéndolo mejor.
Por ello doy gracias a Dios y me acojo a su Divina Misericordia y le pido la siga derramando sobre nuestro mundo.
¡Qué hermosura saberse amparado por este amor misericordioso, que renueva y restaura. Y qué gran compromiso seguirlo difundiendo, agradeciendo y viviendo...
¡Feliz clausura del Año de la Misericordia!
0 comentarios