Recuerdo de un buen amigo que se fue, hoy hace 40 días
A los cuarenta días del fallecimiento del queridísimo P. Fermín, traigo al blog las palabras que prediqué el día de su primera misa en Tecpán el 2 de julio de 2000. Al releerlas pienso que cumplio con creces lo que le pedia en aquella inovidable celebración:
¡Qué grande querido hermano sacerdote, P. Fermín, que pudieras recibir ayer, en la hermosa celebración del Primer Congreso Eucarístico diocesano, el Sacramento del Orden Sacerdotal! Y, al mismo tiempo, qué gran responsabilidad.
¿Cómo te hubieras podido atrever a recibirlo sin esos largos años de preparación, que te llevaron, hace tanto tiempo, a dejar tu aldea para ingresar en el Seminario? Sí, fueron años de estudio, de luchas, de convivencia, de oración. Un largo camino que terminó ayer con la Ordenación Sacerdotal, en medio de la alegría de todos los que en estos años te acompañamos y que en este día damos contigo gracias a Dios.
Ahora nos pagarás lo poco que pudimos hacer por tí. Porque te dimos apoyo humano, te acompañamos, te ayudamos, siempre como simples y limitados seres humanos. Pero, como sacerdote, tú nos darás al mismo Dios. A cambio de lo humano, tú nos darás lo divino.
Dios te bendiga, Hermano Sacerdote, y te pague la alegría que nos das al traer al altar al mismo Dios, que nosotros, tus formadores, en tantas ocasiones, te hemos dado antes.
Tu familia, tus amigos y tu pueblo nunca te pagaremos esta maravilla. No olvides ser muy santo para que puedas seguir dándonos hasta el final de tu vida estas mismas alegrías ¡Que así sea!
¡Gracias, mil gracias y descansa en paz, inolvidable amigo y hermano sacerdote, querido P. Fermín!
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