Mirar alto para ver a los de abajo
Sin mirar al cielo no se perciben bien las angustias de la tierra porque se acaba por ver, únicamente, las propias. El que se abre a Dios, sin embargo, aprende a encontrarlo en los hermanos, mirándolos cara a cara, y confiando en continuar disfrutando de esa apertura a los otros, viendo, también cara a cara, al mismo Dios.
“Alaba, alma mía, al Señor que hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos”, rezamos con el salmo en la Misa de este domingo, mientras preparamos la llegada de Cristo a nuestro corazón en la Eucaristía. El viene a hacernos generosos, justos y muy pendientes de los demás en esta vida y muy dichosos con Él en la eternidad.
0 comentarios