Recordando al Beato Juan Pablo II
Hoy, octavo aniversario de la muerte santa del Beato Juan Pablo II, le encomiendo de corazón la fe de mis feligreses y la mía propia, para que nos ayude a incrementarla y afianzarla en este año de la Fe. También le encomiendo a los jóvenes de mi parroquia que se confirman la proxíma semana, que serán más de veinte y las vocaciones sacerdotales para mi diócesis y para toda la Iglesia.
Esto escribí hace ocho años con motivo de su fallecimiento:
Juan pablo II: Un amigo y un padre cercano, amable, exigente y ejemplar. Un amigo y un padre, que a mi, como persona me hubiera gustado no se muriese nunca. Dios, que es tan bueno hará que no se nos vaya del todo, dándole una eternidad cercana a nosotros y a nuestro mundo, al que tanto quiso y por el que tanto sufrió.
Sin su presencia física, sin embargo, nos sentimos huérfanos. Sus últimas palabras, en la carta que nos escribió a los sacerdotes este Jueves Santo recién pasado son, en estos momentos, un consuelo para todos: “En esta Pascua del Año de la Eucaristía –escribía- me complace hacerme eco para todos vosotros de aquellas palabras dulces y confortantes de Jesús: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 27). A esa Madre buena de todos los sacerdotes lo encomendamos, a ella le pedimos le de un cielo muy grande y le rogamos que cuide a la Iglesia para que haga fructificar la gran herencia que él nos dejó. Una herencia que nos acerca a Dios y nos acerca al hombre. Una herencia de sentido y de exigencia para no dejar que se nos deteriore el mundo. Una herencia que nos toca transmitir a las nuevas generaciones, necesitadas de ejemplos luminosos como el que nos deja este gran Papa.
0 comentarios