Viva el nuevo Papa, Francisco I
He vivido la emoción desatada por la fumata blanca, aparecida en el cielo romano a las siete de la tarde y he rezado de inmediato por el nuevo Papa, he corrido hacia mi iglesia parroquial y he lanzado al vuelo las campanas, recordando y adaptando la letrilla de hace ocho años:
Sube el humo blanco hacia el cielo limpio, tocan las campanas repique festivo y en la amplia plaza se agolpa el gentío ¡Ya tenemos Papa! ¿Quien fue el elegido?
Jorge Mario lo llamaban, ahora es Francisco y es para los hombres Vicario de Cristo.
Sorpresa grande, pero gratitud mayor por tener ya nuevo Papa y por provenir, por añadidura, del querido continente americano y de Argentina, donde residen muchos familiares míos, con quienes hablé enseguida para congratularme con ellos y felicitarles.
También hablé con Mons. Lucio Ángel en Roma y con varios compañeros sacerdotes y algunos feligreses que llamaron ilusionados a mi casa parroquial.
Cuando el Papa se asomó a la Plaza de San Pedro y rezó lo he acompañado con fe y con la seguridad de que Dios lo ha de bendecir con un pontificado muy fecundo.
Que la Virgen de Luján, a la que el nuevo Papa habrá rezado tantas veces, lo guarde, lo acompañe y lo bendiga ¡Viva el Papa!
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