Sobre formadores y sobre celibato sacerdotal
Hace nueve años escribí este libro, que es una selección de textos del Magisterio de la Iglesia, ordenados en 11 capítulos, cada uno de ellos siguiendo un modo de "lectio divina": un texto bíblico al comienzo, los textos magisteriales a continuación (con un título que da cuenta de su contenido) y un coloquio final a modo de oración.
Empleo el librito (123 páginas de tamaño bolsillo) estos días para meditar y para repensar cuestiones siempre actuales sobre mi propio sacerdocio y mi vivencia del celibato sacerdotal, Y...¡cómo me ayudan!
Este texto encabeza la selección realizada. Es del Beato Juan Pablo II. Y me sirvió de lema en mis años de rector de Seminario: "Sólo educa quien ama, porque sólo quien ama sabe decir la verdad que es el amor. Dios es el verdadero educador porque "Dios es amor".
Admirado estoy de haber podido realizar esta completa y atinada selección. Porque la realizé en los escasos momentos que me quedaban en mis tareas de formador. Pero hacer este trabajo me ayudó entonces y me ayuda ahora releerlo, aunque tengo ocupaciones pastorales distintas a las de entonces, por ser el mismo ministerio sacerdotal.
En el epílogo final sintetizo los años de experiencia, escribiendo consideraciones como ésta:
Educar bien no es sólo cuestión de usar buenas técnicas educativas, que siempre ayudan, sino, sobre todo, cuestión de ser “buenos”, como personas. Mejorar como educadores conlleva por tanto, mejora pedagógica y mejora personal. Es lo que la Iglesia llama Formación Permanente de los formadores. Sólo se puede educar a los que se quiere bien. A los enemigos no se les puede educar: Si el alumno ve en el formador un enemigo, no se dejará educar por él; si el formador hace de sus alumnos enemigos, no los educará, como mucho, logrará “amaestrarlos”.
Lo aplico ahora a mi querida feligresía ¡Ojala acierte!
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