Ecos de la fiesta del Corpus en Villamediana
Con gran devoción y solemnidad celebré en la Parroquia de Villamediana la gran fiesta anual del Corpus Christi. Bien preparada, con la colaboración de muchas personas y muy participada. El día acompañó con sol, mucha luz, calor y un gran ambiente.
La iglesia estaba preciosa. Juanto al altar, dos imágenes barrocas de Ángeles en adoración, que invitaban al recogimiento y centraban la mirada en la gran custodia parroquial, portadora del Santísimo Sacramento. Muchas flores, muchas luces y la presencia de los niños de Primera Comunión, que con sus mejores galas, daban alegría a la celebración. Ellos hicieron las peticiones y presentaron las ofrendas. El coro parroquial y nuestra magnífica organista se lucieron también.
Terminada la Misa, en la que exhorté con ímpetu a "no rechazar a Dios de la vida pública, de la vida familiar y de la vida personal, sino a adorarlo, a dejarse alimentar y enseñar por Él", salimos a la calle, magníficamente adornada de una artesanal alfombra, llena de colorido y arte. La habían preparado, desde primeras horas de la mañana, los miembros de la Cofradía de la Dolorosa. Se lucieron de verdad: Fue la admiración de muchas personas que pasaron a ver esta maravilla, que pisó el Santísimo bajo palio, impresionando a cuantos acompañaban la procesión.
También los altares, en las calles, estaban preciosos. En algunos había niños recien nacidos, esperando recibir la bendición con el Santísimo Sacramento.
Precedía al cortejo procesional la banda de tambores, que marcaba el ritmo y alentaba a caminar, acompañando al Santísimo. Tras la banda, los niños de primera comunión con cestas de pétalos que lamzaban al altar, mientras cantábamos a Jesús sacramentado. Concluíamos con la bendición a los hogares, familias, trabajos, casas y calles, que quedaron así bajo la protección del Señor.
Las campanas, la música, la participación de las familias, el colorido de la alfombra y las flores en los altares, fueron una confesión de fe y cariño a Jesús Sacramentado, que fue recibido al entrar en la iglesia con un impresionante redoble que conmovió los corazones.
Culminamos con la bendición final, que nos reconfortó a todos que, a diario, nos vemos necesitados de estímulo y de afecto. Dios nos lo brindó en el dia del Corpus, y tras celebrarlo, nos sentimos más felices y más fuertes para testimoniar el evangelio en nuestros quehaceres y en la vida. Fue, pues, un hermosísimo Corpus Christi. Dios premie a todos los que lo hicieron posible, e incluso después, recogieron y limpiaron las calles bajo un sol de fuego ¡Impresionante e impagable testimonio!
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