Celebrando a la Virgen del Roble en su ermita de Sorzano
A las doce menos cuarto enprendía esta mañana la subida hasta la ermita de mi pueblo. He llegado sudoroso y jadeante, pero feliz de poder llegar un año más. Me he preparado para la concelebración que ha comenzado puntal a las doce y cinco.
Los cantos de la nutrida y voluntariosa coral del pueblo resonaban con fuerza. Los corazones latiendo fuerte por la emoción de encontrarnos de nuevo junto a la Virgen.
Ha predicado Guzmán Navaridas, párroco de San José Obrero de Logroño con interés y entusiasmo.
Entre los asistentes, el Presidente de La Rioja Don Pedro Sanz, acompañado de otras autoridades autonómicas y de las locales.
Hemos terminado la misa con una salve cantada con todo el entusiasmo, como sabemos hacerlo en Sorzano.
Y mientras regresabamos al pueblo en procesión, acompañados por danzadores y música de gaita, pensaba yo en aquellas fiestas de antes, tan distintas y, al mismo tiempo, tan iguales a las de hoy. Eran muy distintos los campos, la gente. Había menos personas de fuera. Pero no ha variado la familiaridad, la colaboración, el deseo de juntarnos, las ganas de hacer fiesta, el deseo de regresar el próximo año.
Hemos rezado y cantado, hemos merendado el bollo tradicional, se ha sorteado la rosca, que por cierto ha caído en mi barrio, hemos gozado con la danza y nos hemos sentido arropados por nuestra Virgen del Roble que ahora nos cuida desde la Iglesia, donde se guarda su imagen y desde la ermita, donde se queda una copia.
Una esupenda y sencilla fiesta que deseo poder celebrar por muchos años.
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