Sigo publicando en el periódico diocesano...
Y este es el último artículo:
¿Qué nos puede aportar la lectura bíblica a nosotros, hombres o mujeres bombardeados de continuo por los tan poderosos y, en ocasiones, agresivos medios de comunicación?
Aire fresco, libertad, altura de miras, apertura a los otros, esperanza, solidaridad y paz, mucha paz y alegría que compromete y estimula.
Con la lectura continuada y constante de la biblia nos abrimos a un Dios que se nos insinúa con un lenguaje silencioso pero incisivo, lleno de mudas indicaciones, que si se está despierto (y la lectura en grupo facilita, sin duda, no adormilarse o adormilarse menos) se comienza a percibir que es Dios el que nos guía. Y, poco a poco, nos vamos atreviendo a llamarlo, a comunicarnos con Él, a hablarle. Para intercambiar lo más sencillo e íntimo y lo más agobiante y trascendental. Haciendo así que la vida cotidiana se llene de luz, de sentido y se haga más atractiva.
La lectura bíblica, en definitiva, es como una perenne primavera, que hace que broten flores y frutos donde sólo parecía que había ramas secas.
Ojala que los grupos bíblicos que están naciendo y desarrollándose en nuestras parroquias pronto nos traigan esa esperada y radiante primavera eclesial.
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