Sacerdote a lo grande: San Agustín
En el año sacerdotal merece celebrarse con ganas: porque fue un sacerdote tallado sobre tronco fuerte, abrupto, pero un sacerdote que se dejó tallar por la Gracia de Dios.
Para que también nosotros nos dejemos: aunque seamos torcidos, o nos haya retorcido la vida; aunque seamos rudos, aunque seamos tercos...
La Gracia de Dios es mucha gracia y hace maravillas. Más si ha sido arrancada por las lagrimas orantes de una madre.
No olvidemos que la Madre de todos, María, no deja de orar por nosotros, derramando a veces muchas lágrimas. A ella nos encomendamos al preparar su fiesta de la Natividad: ¡Santa Madre, ruega por nosotros, los sacerdotes y los que se preparan para serlo!
1 comentario
MILO -