La dimensión humana de la vida y ministerio sacerdotal
Los criterios de valoración de la acción sacerdotal por parte del Obispo, los demás sacerdotes y los feligreses, que si no se intentan definir clara y continuamente, o se da por supuesto que siempre son correctos, pueden propiciar que el sacerdote se sienta más de lo conveniente minusvalorado.
El apoyo y confianza que recibimos los sacerdotes de parte del Obispo, los otros sacerdotes y los feligreses, que si se debilita en ciertos momentos de especial trascendencia o nunca se explicita puede llevar al sacerdote a sentirse abandonado a la propia suerte, y a buscar ayudas no convenientes.
Las posibilidades de desarrollo personal que se ofrecen al sacerdote, a veces no bien definidas o dejadas a la propia inventiva, que, si escasean por alguna razón, hacen sentirse frustrado, o pueden llevar a buscar actividades y compensaciones al margen del Ministerio.
La posibilidad de defenderse de la arbitrariedad cuando no se aclaran suficientemente los deberes y derechos, fiándolo todo a la buena voluntad de las personas, que en momentos de crisis hacen que siempre pierda la más débil.
El respeto al ámbito de libertad que necesita el sacerdote, como ser humano, para que no se sienta empujado al disimulo y la ocultación para defenderlo, o a sentir que es peor que los que voluntariamente renuncian a utilizarlo.
La posibilidad de expresar libremente las dificultades personales antes de recibir un cargo, sobre todo si es particularmente oneroso, sin que se vea como una desobediencia o rebeldía.
El reconocimiento claro y explicito de la dificultad inherente a algunos trabajos ministeriales, que bien merecerían recibir alguna compensación material, además de ser asumidos con mira sobrenatural, en vez de pretender que el que los recibe entienda que se le hace un favor.
La deficiencia en cuanto a la limpieza de la casa, ropa y comida del sacerdote, que por quedar a las posibilidades de cada uno sin que institucionalmente se vayan ofreciendo posibilidades, puede obligar a vivir descuidadamente, con deterioro de la propia autoestima, y de la consideración de los demás.
La definición clara de las cuestiones que por no ser de conciencia deberían estar abiertas al conocimiento y debate, dándoles cauce comunicativo concreto e institucional, evitando así que se hable de ellas en “secreto” y superficialmente.
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O.B.R. -