LAS LETANÍAS DE LOS SANTOS
ORACIÓN CRISTIANA DE SIEMPRE PARA TIEMPOS DE TRIBULACIÓN
Donde mejor se ve la verdadera oración del pueblo cristiano en su miedo y su esperanza comunitarios es probablemente en las Letanías de los Santos, que se fueron formando poco a poco desde la Antigüedad, a través de una historia todavía poco conocida. Estas letanías fueron incorporando todas las tribulaciones del tiempo, contraponiéndoles simultáneamente las razones de la esperanza con las cuales se confiaba superar estas dificultades.
Desde el comienzo, en estas letanías, lo decisivo es la mirada a Cristo
Señor, ten piedad. / Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad. / Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad. / Señor, ten piedad
Según estas Letanías, el cristiano vive en la presencia de los santos como en su propio mundo. En ellos se ha confirmado ya la promesa cristiana. No se mira a los santos como algo pasado, sino como presencia del poder salvador del Señor.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
San Miguel, ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios, rogad por nosotros.
San Juan Bautista, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Santos Pedro y Pablo, rogad por nosotros.
Santiago Apóstol, ruega por nosotros.
San Andrés, ruega por nosotros.
San Juan, ruega por nosotros.
Santa María Magdalena, ruega por nosotros.
San Esteban, ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía, ruega por nosotros.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
Santas Perpetua y Felicidad, rogad por nosotros.
Santa Inés, ruega por nosotros.
San Agustín, ruega por nosotros.
San Atanasio, ruega por nosotros.
San Basilio, ruega por nosotros.
San Martín, ruega por nosotros.
San Benito, ruega por nosotros.
Santos Francisco y Domingo, rogad por nosotros.
San Francisco Javier, ruega por nosotros.
San Juan María Vianney, ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús, ruega por nosotros.
Santos y Santas de Dios, rogad por nosotros.
Seguidamente en el rezo de las Letanías, el “mal” del que pedimos se nos libre es la muerte, que aparece como el último y definitivo enemigo, el que sigue a todos los demás, contra el que hay que buscar refugio y protección en el Señor en medio de los santos.
Muéstrate propicio / líbranos, Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
De todo pecado, líbranos, Señor.
De la muerte eterna, líbranos Señor.
Las últimas peticiones de las Letanías presentan los grandes acontecimientos de la historia de la salvación como fuerzas liberadoras, las cuales, gracias a la oración, se tienen que convertir en poderes protectores contra los peligros que amenazan. Al juez que viene, se le contrapone él mismo, en cuanto salvador que ya vino. Su venida propiamente tal, todo cuanto hizo, padeció y nos dio, son las razones con las que el orante se presenta ante él: lo que le pone delante es a él mismo, y puesto que el orante no puede confiar en sí mismo, se sabe seguro por aquel que fue Salvador y no puede dejar de serlo.
Por tu Encarnación, líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo, te rogamos óyenos.
Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos.
En las Letanías de los Santos, pues, lo decisivo es la mirada dirigida hacia Cristo. La historia de lo cristiano que ya ha tenido lugar adquiere enorme importancia, tal y como lo ve esta oración, puesto que la historia (protagonizada y cambiada por los santos) se ha incorporado como factor de esperanza y, por consiguiente, ha sido dotada, sin duda, de dinámica de cara al futuro. Y, además, en las letanías aunque parece acuciante la cuestión de la salvación personal, uno se siente seguro en una historia (la de los santos) que lleva en sí misma las fuerzas de salvación.
(Comentarios de Joseph Ratzinger a las Letanías de los santos en Obras completas, tomo X, Resurrección y vida eterna, BAC págs. 17-19)
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