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Esclarecedora conferencia de Don Carlos Escribano, Obispo de Teruel, en Logroño

Esclarecedora conferencia de Don Carlos Escribano, Obispo de Teruel, en Logroño

En la mañana de ayer sábado, en la Jornada de Nueva Evangelización, que organiza mi diócesis, como final del curso pastoral, nos expuso dos brilantes ponencias Don Carlos Escribano, Obispo de Teruel y responsable del área de familia y Manos Unidas, de la Conferencia Episcopal.

Nos explicó muy vivencialmente, y desde una amplia experiencia parroquial y episcopal, la crisis de fe  y la crisis del matrimonio y de la familia en nuestra sociedad. Lo hizo con mucha concreción, dibujando un cuadro realista con posibilidades de  encuentro de soluciones, que es lo que importa.

Es necesario -nos señalaba- no quedarse en un anuncio meramente teórico y desvinculado de los problemas reales de las personas. Nunca hay que olvidar que la crisis de la fe ha conllevado una crisis del matrimonio y de la familia y, como conscuencia, a menudo se ha interrumpido incluso la transmisión de la fe de los padres a los hijos. Ante una fe fuerte la imposición de algunas perspectivas culturales, que debilitan la familia y el matrimonio, no tiene incidencia.

Y como solución apuntaba: La renovación radical de la praxis pastoral a la luz del Evangelio de la familia, superando los enfoques individualistas que todavía la caracterizan. Renovación de la formación de los presbíteros, los diáconos, los catequistas y los demás agentes pastorales, mediante una mayor implicación de las mismas familias.

Sin el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aunque fuese correcto, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad.

Es preciso realizar itinerarios que acompañen a la persona y a los esposos de modo que a la comunicación de los contenidos de la fe se una la experiencia de vida ofrecida por toda la comunidad.

Gracias, Don Carlos por su ánimo y visión positiva, que nos transmitió ilusión y esperanza. Fue, además un gusto, saludarle, recondando las dos visitas y los días magníficos que compartimos hace años en Sololá. Dios se lo pague.

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