Atención y devoción de los devotos y hasta del gallo y la gallina de Santo Domingo de la Calzada
He quedado gratamente impresionado, y muy agradecido, tras mi participación en la novena de Santo Domingo de la Calzada. Gran acogida de los sacerdotes y devoción a raudales de los devotos del Santo. Hasta el gallo y la gallina, que recuerdan en vivo su milagro más famoso, guardaron respetuoso silencio. Copio para los lectores del blog un extracto de lo que les he predicado y cuelgo la foto del antiguo y artístico gallinero, con el gallo y la gallina vivos, que hoy se han comportado correctamente (sería por la hora):
Agradezco a vuestro párroco, y a esta parroquia – catedral, la oportunidad que me dan de participar en esta novena y de unirme a vuestra plegaria, que cuenta con la intercesión poderosa de Santo Domingo de la Calzada, a quien trataré de evocar hoy en la actividad que le dio nombre y fama perdurables: la construcción de la calzada, que, después de nueve siglos, sigue dando seguridad, facilidad y ánimo a los peregrinos de Compostela y es hogar y lugar de vida y trabajo de los calceatenses.
No pretendo enseñaros lo que conocéis de sobra, vengo a recordarlo con vosotros, a celebrarlo con vosotros y a valorarlo juntos, para animaros, con todo el entusiasmo del que sea capaz, a disfrutar, custodiar y, si fuera posible mejorar, una herencia tan valiosa de la que os sentís, justamente orgullosos.
Empezó Santo Domingo –escribe su biógrafo Tejada- a desmontar aquella espesura que… era muy grande y habitación muy nociva de forajidos… Iba Domingo disponiendo con esta diligencia camino desembarazado, desalojando juntamente con ella los atrevidos ladrones quienes, llevando agriamente que un hombre solo y desarmado se les atreviese con tan valiente espíritu, trataban de quitarle la vida. Más, nunca se atrevieron a injuriarle, antes bien, sin resistencia, se fueron de este sitio, dejando el paso libre. Prodigio fue grande, pero mayor el que obró cortando los árboles. Con una hoz de segar espigas desmontó el monte todo, en cuanto podía impedir sus intentos, cayendo en tierra las encinas robustas, los robles crecidos, burladores de dilatados años, como si fueran secas espigas (Tejada, 67).
¡Cuantos afanes, cuantos trabajos, cuantos cuidados contados con fuerza y expresividad en este relato. Y qué orgullo para vosotros seguir estando hoy en la misma Calzada que Santo Domingo hizo segura, andadera, habitable y bien orientada hacia una meta abierta y sugerente. Y, con todos vosotros, en este día sexto de la novena de Santo Domingo, agradezco sus trabajos en la construcción de la Calzada y le pido y os pido:
-que, como Santo Domingo de la Calzada, también los calceatenses, reparéis y señalicéis este camino, si lo estropea el paso del tiempo y que hagáis lo mismo si se van borrando los caminos vitales de los vuestros, que no son sólo familia y amigos, sino también todos los extraviados que caminan a vuestro lado; y que no os contentéis, como tampoco se contentaba Domingo de la Calzada, con contemplar a los viandantes, sino que los acompañéis y curéis y consoléis, para que nadie desespere o deserte de su destino, sobre todo si percibís que Dios lo llama para una vocación sacerdotal o de otro tipo de compromiso o servicio.
Que esta eucaristía, en esta Catedral que custodia, como un tesoro, las reliquias del Santo, suba hasta el cielo y, recomendada por Santo Domingo de la Calzada, nos obtenga, con la mediación también de nuestra madre la Virgen en su mes de las flores, cuanto le pedimos y todo aquello que cada uno de los calceatenses y sus familias lleváis en el corazón. Que así sea.
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