San Josemaría, un santo para nuestro tiempo
Su fiesta es mañana, veintiseis de junio, y ya tengo todo listo en mi iglesia parroquial para celebrarlo por todo lo alto: Solemne misa a las diez de la mañana, seguida de un tiempo de adoración del Santísimo y, en la acción de gracias de la comunión, escucharemos y meditaremos el poema que compuse hace años para San Josemaría y al que pusieron música, y grabaron en un bonito disco, los seminaristas de Sololá. Dice así, recorriendo su vida:
Danos, San Josemaría, un gran amor a la cruz, trabajar con alegría, llenar el mundo de luz.
Unas huellas en la nieve, que remueven su interior, su corazón se conmueve barruntando ya el amor: San Josemaría entiende que debe entregarse a Dios.
"-Que vea, Señor, que vea", reza San Josemaría, y Dios le hace ver su Obra, y las campanas tañían, y se disipan las sombras, y se transforma su vida.
Sirve a los pobres y enfermos, los atiende noche y día. Y, con cuidados paternos, va formando una familia de fuertes lazos fraternos que comprometen la vida.
Ama a la Iglesia y al Papa y los sirve con esmero, y como apóstol destaca, porque busca con empeño, conquistar, en dura etapa, para Dios, el mundo entero.
Danos, San Josemaría, un gran amor a la cruz, trabajar con alegría, llenar el mundo de luz.
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