Mis recuerdos de San Juan Pablo II
Recuerdo bien a Juan Pablo II, a quien pude ver en Madrid, en el Bernabeu, en su primer viaje a España en 1982. Era yo jovencísimo sacerdote y fui con un autobus de jóvenes y salimos todos entusiasmados. Creo fue uno de los días más gozosos de mi vida, aunque casi nos aplasta la multitud al entrar en el estadio, donde perdimos a medio autobus, que se quedó sin comida.
Lo ví también en Zaragoza, dentro de la misma primera visita a España. Viajé con un autobus de feligreses de mis parroquias de entonces. Disfrutamos infinito, cantando, gritando y rezando. Y Juan Pablo II me parecía un titán de la fe que me transmitió entusiasmo y un gozo inmenso de ser crisitiano y sacerdote. Y lo volví a ver en Valencia, participando en la misa de Ordenación Sacerdotal y en el Seminario y lo sentí amigo, padre y pastor cercano.
El encuentro más cercano con Juan Pablo II lo tuve, sin embargo, en Roma con motivo del año de la Redención. Concelebré con él en San Pedro y, gracias al Cardenal Martínez Somalo, cardenal de origen riojano, pude tener una audiencia familiar con el Papa, junto con una veintena de sacerdotes paisanos míos. Le pude hablar y él me escuchó con una atención que me emocionó y me puso su mano en mi hombro y me dió una bendición que me dejó confortado. Las fotos que conservo son ahora un precioso tesoro que comparto con gusto con mis amigos seguidores del Blog y que cuelgo con alegría en mi despacho parroquial, como antes las tenía en mi despacho rectoral.
Lo volví a ver en Zaragoza cuando vino a rezar a la Virgen del Pilar para inaugurar la novena de años de preparación al quinto centenario de la Evangelización de América. Allí pensé que tenía que hacer algo yo también para llevar el evangelio un poco más allá de mis pequeñas fronteras parroquiales. Recuerdo que en la noche que pasamos en vela, saludamos al papa que se asomó a la ventana de la casa episcopal donde se alojaba y me decidí a marchar a donde hiciera falta.
Y ya no lo ví más veces en España, pero sí en Guatemala en dos inolvidables ocasiones. Pero de ello hablaré mañana. Por hoy valgan estos recuerdos para preparar el feliz acontecimiento de su canonización.
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