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Un debate en el periódico ABC

Un debate en el periódico ABC

En el que me hice partícipe con una Carta al Director. Así se expresaba el domingo 12 de enero el Director de ABC hablando de este voluminoso debate: 

La Tercera publicada el pasado viernes por Antonio Garrigues Walker bajo el título "Sepulcros blanqueados" ha suscitado un interesante y voluminoso debate de varios lectores con algunos de los argumentos expuestos en el texto. 

Mi carta decía así:

A propósito de la sorprendente Elección e  innovadora actuación del Papa Francisco, Antonio Garrigues Walker, en la Tercera de ABC de 10 de enero, concluye rotundamente  que “si queremos encontrar soluciones válidas, habrá que cambiar el rumbo y los liderazgos”.

El articulista llega a tal conclusión desde una indiscutible premisa: “El Papa Francisco parece decidido a poner en marcha una profunda transformación moral reclamando, sin tapujos, la verdadera exigencia ética y virtuosa que impone a sus creyentes la religión católica”. Pero añade algo, que juzgo inaceptable: “Si sigue en su línea de pensamiento, hay que dar por seguro que Francisco va a ser el Papa que ponga en marcha un ecumenismo auténtico en su raíz, capaz de superar los encerramientos dogmáticos tradicionales que reforzó el Papa Ratzinger”. Porque, sigue razonando el señor Garrigues, “el nuevo ecumenismo requiere, como base esencial, que ninguna religión se proclame como la única verdadera. Para ser verdadera no es necesario que las demás sean falsas. Todas las religiones son igualmente verdaderas, y es esta realidad lo que debe permitir un respeto recíproco y un diálogo natural que conduzca a un hermanamiento y a una acción conjunta”.

Pienso que, gracias a Dios, el Papa Francisco no comparte ni el escepticismo ni el agnosticismo estéril del señor Garrigues. Francisco cree la verdad que predica y la vive hasta sus últimas consecuencias. Por eso, no necesita acomodar a la Iglesia a “las nuevas ideas”, o a “las nuevas realidades”, ni  “superar los encerramientos dogmáticos tradicionales”, sino que pretende, y no es poco, ponerla, y ponernos a todos, delante del limpio espejo del Evangelio, que teníamos arrinconado en el desván de nuestra decadencia. 

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