Costumbres y añoranzas en estas fechas
Si la navidad está llena de costumbres entrañables, no lo está menos el final y el comienzo del año. Pero en cada lugar se dan modos peculiares y propios de celebrar estos días, que extrañan al forastero y que añora el emigrante.
Yo he vivido veinte años fuera de España, en Guatemala, y añoraba al principio las solemnes campanadas del reloj, acompañadas de granos de uva, que tan diestramente tomamos los españoles sin atragantarnos. Pero me fui acostumbrando a prescindir de campanadas y uvas para despedir el año como los guatemaltecos: con unas tracas ensordecedoras que cada familia quema a las doce de la noche a la puerta de su casa, atronando el silencio de la serena noche tropical, explotando lo viejo y dando sonora bienvenida al año nuevo. Después había que darse un gran abrazo con amigos y vecinos, para expresar todo el afecto y los buenos deseos para el año nuevo. La gran cena no se estilaba por aquellas tierras.
Añoraba también los turrones y mazapanes, aunque, gracias a Dios siempre llegó alguno de España, para comer el “tamal”, una suculenta masa de maíz, aunque algo sosa para nuestro gusto, con un pequeño trozo de carne, y que, envuelto todo en una enorme hoja, se cuece en agua. Recuerdo con que cariño nos llevaban al seminario cestas de tamales, que aceptábamos gustosos, y que compartíamos con los pobres que llamaban a nuestra puerta.
Tampoco llegaban por aquellas latitudes los Reyes Magos, pero recibíamos cariño y sencillos regalos el día de Navidad, traídos por el mismo Niño Dios, aunque últimamente se veía cada vez más relegado por el comercial Santa Claus.
Pero he de decir, que entre costumbres y añoranzas, lo que llenaba mi corazón lejos de España, y ahora lo sigue llenando en ella, es el espíritu de la Navidad que permite afrontar, con sentido, alegría y esperanza, cada nuevo año que Dios nos concede.
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MILO -