HOY HACE 22 AÑOS DE MI LLEGADA A SOLOLÁ DONDE PERMANECÍ VEINTE AÑOS

Y doy gracias a Dios por todo lo que recibí en esos intensos años de trabajo ministerial. Al dar a otros, yo mismo me enriquecí.

Y mis errores y desaciertos los confío a la misericordia de Dios y al cariño de quienes convivieron conmigo.

Y las incomprensiones y maledicencias espero se disipen algún día.

Cada persona con la que traté, cada seminarista, cada feligrés de Sololá, cada sacerdote, tiene en mi corazón afecto y recuerdo imperecederos.

Pero me hubiera gustado que el final de mis trabajos sololatecos hubiera sido de otra manera.

Ojalá que el final feliz pueda llegar algún día para que sane totalmente la herida.

Mientras, deseo lo mejor para todos los que compartieron conmigo trabajos, penas y muchas, muchas alegrías.

Que Dios les bendiga siempre y Santa María del Camino los siga cuidando.