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Mi buen amigo el Padre Fermín

Mi buen amigo el Padre Fermín

Se nos ha ido de repente, sin hacer ruido, con la discreción y el silencio que le caracterizó siempre. Y nos deja con una losa en el corazón. Porque su reciedumbre, su sencillez y su nobleza le hacía digno de llamarse y ser amigo de verdad.

Lo recuerdo en sus largos años de Seminario, siempre disponible, siempre a lo que se le dijera. Lo recuerdo especialmente en los difíciles tiempos de su ordenación, cuando necesitó ser acogido, acompañado y valorado. ¡Y cómo me alegra haber percibido su valor y haber tenido de la suerte de tenerlo cerca en aquellos primeros y, al fin, felices dias del comienzo de su ministerio sacerdotal!

Especialmente recuerdo la preparación y predicación de la homilía para su Primera Misa Solemne en Tecpán. La preparé con emoción y lágrimas de gozo y la prediqué con un entusiasmo que no se me olvidará jamás.

También me resulta inolvidable la visita que Luis Antonio y yo le hicimos en la Bocacosta, aquella parroquia casi del fin del mundo ¡Cómo disfrutamos haciéndole compañía y obsequiándole cuanto pudimos!

He seguido después, siempre con extrañeza y un poco de admiración, los poquitos nombramientos y cambios que ha tenido. Ultimamente me alegré, y lo publiqué en el blog, por su viaje a Roma con motivo de la canonización de los Papas Juan Pablo II y Juan XXIII. Creo que me alegré tanto, como si yo mismo hubiera ido, porque se merecía de Verdad el gustazo de ese preciado viaje.

Amigo, P. Mincho, mis lágrimas de hoy por tu partida, sean oración y súplica por tu felicidad y tu dicha. Esa que encontraste en esas queridas parroquias, a pesar de los tropiezos que hallaste en el abnegado ejercicio de tu ministerio. Yo me asomo hoy, escondido y sintiendo como nunca la lejanía, a la despedida que te hará tu familia, feligreses y amigos. Con la oración y el recuerdo estoy a su lado rezando y llorando, mientras "algo se me muere dentro porque un amigo se va".

¡Querido Mincho, descansa en paz y que Nuestra Señora del Camino te reciba con un gran abrazo a las puertas del paraíso! ¡Gracias mil veces por tu impagable y leal amistad sacerdotal!

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