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Mantener abierta la iglesia parroquial

Mantener abierta la iglesia parroquial

PROPUESTA AL CONSEJO PARROQUIAL PARA MANTENER ABIERTA NUESTRA IGLESIA, SIN DESPROTEGER EL PATRIMONIO ARTÍSTICO:

-Nuestra iglesia parroquial permanece cerrada, cuando no hay celebraciones, desde hace más de treinta años, por miedo a los robos.

-Propongo abrir la puerta lateral grande y cerrar la puerta pequeña del acristalamiento, RECIÉN INSTALADO, durante el día, permitiendo visitar al Santísimo y ver por el cristal toda la iglesia. Cerrar la iglesia al atardecer (seis o siete de la tarde).

RAZONES:

Las iglesias han podido permanecer abiertas a lo largo de los siglos, y nadie precisaba preocuparse por las cosas valiosas que estaban expuestas constantemente a los ojos de todos.

La iglesia era la casa común donde la belleza era accesible a todos y donde el arte no era un privilegio de unos pocos, ni expresión del pasado, sino presente vivo, centro comunitario de la vida que impulsaba a todos e iluminaba su existencia cotidiana.

El creyente de hoy, sin embargo, se encuentra casi siempre con las puertas de las iglesias cerradas. El robo de obras de arte en nuestras iglesias se ha hecho en los últimos años cada vez más sistemático, y no raras veces lo cometen, basándose en catálogos de anticuarios, conocedores que se ocupan de conseguir las piezas buscadas. Lo que antes era un bien comunitario se convierte así en objeto decorativo privado; lo que era sagrado se convierte en glorificación de si mismo.

La iglesia cerrada, dentro de la cual ha de protegerse ahora el patrimonio común, no es una respuesta con la que podamos quedarnos tranquilos. Significa que la iglesia deja de ser lo que era antes y que perdemos el centro sagrado y comunitario de la vida en el que todos estamos abiertos unos a otros, y en el que Dios y el mundo de los santos están abiertos a nuestras plegarias. Significa que la Iglesia capitula ante la ley de este tiempo, ante la mercantilización de todas las cosas, en la que sólo existe el mercado y nosotros mismos terminamos siendo también mercancía.

Por eso sólo si los creyentes están abiertos a la trascendencia y buscan un espacio silencioso y apto para la oración pueden conservarse abiertas las iglesias. Así el destino del edificio eclesiástico representa el destino de la iglesia viviente. La iglesia cerrada es expresión de una Iglesia que ya no puede ser abierta desde dentro porque los creyentes ya no se hallan a la altura espiritual requerida. Las iglesias cerradas y saqueadas debieran ser hoy alarmas que nos hagan volver a la cultura del alma antes de que sea demasiado tarde. (Joseph Ratzinger. El resplandor de Dios en nuestro tiempo. Pág. 309-311)

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