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III Aniversario de Juan Pablo II

III Aniversario de Juan Pablo II

Mañana hace tres años que murió Juan Pablo II. Los recuerdos de aquella jornada y los días que siguieron son únicos e irrepetibles.

Fueron días de una gran pena y de una gran paz. Días de amistad y de fe, compartida con los seminaristas y sacerdotes de Sololá-Chimaltenango. Días de oración intensa y de celebración de la esperanza cristiana. Días para el crecimiento y la espectativa. Días que pienso celebrar con ganas en mi paroquia de Villamediana. Hoy ya lo anuncié y mañana lo pienso lleva a cabo.

Juan Pablo II fue un gran hombre, un gran amigo, un gran maestro, un gran sacerdote, una gran persona. El nos enseñó tantas cosas: a ser audaces, a ser sencillos, a comprometernos, a trabajar hasta el agotamiento, a no acer distinción de personas, a vivir con ganas el sacerdocio, a predicar sin descanso, a dar ejemplo...

Desde el Cielo, él nos sigue estimulando, nos empuja. Su magisterio es inagotable, las metasque nos dejósiguen siendo interesantes.

Por eso ¡qué gran gusto festejarle en su aniversario! Echaré en falta el bullicio de mis amigos sololatecos, pero me sentiré muy acompañado por ellos. ¡Cóm recuerdo aquellas proyecciones de la vida de Karol, que vimos juntos ¡Qué emoción, qué entusiasmo, qué gran ejemplo! Intentaré ver también algo del gran pontífice y leeré y releeré de su vida, para empaparme de su figura e ilusionarme con quien fue la meta de su existencia: Jesucristo.

Copio estas hermosas palabras de Benedicto XVI sobre su antecesor, Juan Pablo II, con motivo de este aniversario:

"Demos gracias al Señor porque ha entregado a la Iglesia este servidor suyo fiel y valiente. Alabemos y bendigamos a la Virgen María por haber velado incesantemente sobre su persona y su ministerio para beneficio del pueblo cristiano y de toda la humanidad. Y mientras ofrecemos por su alma elegida el Sacrificio Redentor, le pedimos que siga intercediendo desde el cielo por cada uno de nosotros, por mí de manera especial, a quien la Providencia ha llamado a recoger su inestimable herencia espiritual. Que la Iglesia, siguiendo sus enseñanzas y ejemplos, pueda continuar fielmente sin cortapisas su misión evangelizadora, difundiendo sin cansarse el amor misericordioso de Cristo, manantial de verdadera paz para el mundo entero".

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