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A propósito de los cambios de sacerdote en las parroquias

A propósito de los cambios de sacerdote en las parroquias

 

Copio los últimos párrafos de la interesante carta que escribe a este propósito el Arzobispo Don Jesús Sanz. Se lo dedico a los amigos que cambian en estos días, algunos en mi diócesis, otros en Sololá. Espero que todos esos cambios se vivan con este espíritu:

Dios sea bendito por estos curas no enfadados siempre, no frustrados jamás, que dan gracias humildemente por las cosas que con ellos hace y escribe Dios, que saben pedir perdón y aprender de sus errores, que son capaces de sonreír a cielo abierto y no se esconden cuando tienen motivos para llorar. Sí, Dios sea bendito por estos curas de una pieza que están disponibles de veras, que no juegan con lo que no es de jugar, que no tienen demagogias baratas, que no citan palabras del Papa de turno para atacar a los demás mientras ellos ni las sienten ni las viven. Son curas fieles sin ser serviles, sanamente críticos que jamás murmurarán, responsables de sus penúltimas palabras y acogedores sin fisura de cuanto Dios en su Iglesia pronuncia como palabra final. Es el secreto de su alegría no fingida ni prestada, la clave de su fecundidad pastoral, la razón del bien que reparten a manos llenas, y el referente moral que sus vidas representan ante todos por tener una grande humanidad. Son los curas auténticamente jóvenes, tengan la edad que tengan.

Estamos como cada año por estas fechas en el menester de los cambios de sacerdotes dentro de nuestras comunidades cristianas y dentro de los quehaceres de esta Iglesia diocesana. Hermanos que fallecen, hermanos que llegan al final de sus fuerzas por enfermedades o por su mucha edad, alguno que abandona o que tristemente hay que retirar, al igual que hay hermanos que nos llegan, que se ordenan. Así para algunos llega el tiempo de cambiar. No es, lógicamente, un capricho, ni un premio, ni una penalización. Cada caso tiene un montón de perfiles, razones a veces complejas, o es sencillamente la resulta de tener que ayudarnos mutuamente en el reparto del ministerio con el que acompañar a nuestro Pueblo de Dios que la Iglesia nos ha confiado. Con sincera gratitud, yo doy a todos mis hermanos las gracias por su disponibilidad.
       
  + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
         Arzobispo de Oviedo

 

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